Síntesis del Conversatorio Claves para la comprensión de la experiencia religiosa de los jóvenes en etapa escolar.
Organizado por Vicaría
para la Educación, el INPAS y Fundación Belén Educa, este conversatorio realizado
el miércoles 7 de noviembre en el Colegio Lorenzo Sazié reunió a un grupo de
profesionales de la educación y agentes pastorales para dialogar sobre aspectos
que involucran la experiencia religiosa de los jóvenes.
El primer panelista, Sr.
Luis Bahamondes, Doctor en Ciencias
de las Religiones y académico de la U. Alberto Hurtado, comentó acerca de las
transformaciones que ocurren en el contexto Latinoamericano y en Chile, en
particular, en materia religiosa para comprender la experiencia que están
teniendo los jóvenes en el campo religioso.
Primeramente,
describió los cambios socioculturales ocurridos desde 1990 y que han afectado
el comportamiento de los individuos. Se observa positivamente, por ejemplo, un
aumento en los indicadores de desarrollo humano. La esperanza de vida ha
aumentado considerablemente. Por otro lado, las transformaciones impactan a la
población generando materialismo, miedo, exitismo, individualismo, desconfianza
y una sensación de libertad plena.
En un estudio del
INJUV (2015) remarcó que los cambios descritos han permitido que los valores
liberales fueran sustituyendo los valores tradicionales. Esto crea la sensación
en los jóvenes que pueden decidir más allá de los idearios que las
instituciones les ofrecen. Esta prescindencia de lo institucional crea en ellas
un gran conflicto.
Otro factor que afecta
profundamente a los jóvenes tiene que ver con el fenómeno posmoderno de dar respuesta
inmediata a sus necesidades. La búsqueda religiosa en el joven pasa por alcanzar
una sensación inmediata de bienestar o sino la reemplaza por otra. También,
mencionó que el fenómeno de la secularización ha implicado una
desinstitucionalización de la experiencia de creer, la crisis de valores
supremos y la pérdida del protagonismo de lo religioso.
El desafío de las
iglesias es mayor luego de una baja considerable de adhesión institucional
según los datos aportados por el Pew Research Center. Sin embargo, a pesar de
esta baja, los sujetos siguen otorgando una alta valoración a lo religioso.
Señaló la existencia
de una variedad bastante grande de tipos de creencias. Hoy no es posible seguir
usando la categoría “observante/practicante” sino que más bien la de creyente
flexible. Es decir, un creyente que acomoda la religión según sus necesidades.
Todos estos datos nos
señalan que la sociedad se ha vuelto mucho más plural, por lo que es necesario
renovar las metodologías de la transmisión de la fe. El aumento de jóvenes que
se declaran sin identificación religiosa no quiere decir que sean ateos. Esto
lleva a pensar que los adultos que trabajan con jóvenes deben tomar estos
datos, comprenderlos y buscar nuevas soluciones ante los desafíos.
La segunda
intervención correspondió a la Sra. Catalina
Cerda, Magíster en Teología y Ciencias Políticas y Doctoranda en Teología.
Nos compartió la dificultad de analizar la religiosidad capturada por
indicadores de medición centrados en la adhesión a una institucionalidad
religiosa. Por lo anterior es que planteó la necesidad de una mirada más
compleja sobre el tema.
Revisó algunas
encuestas donde la pregunta que se le realiza al encuestado está formulada para
determinar su nivel de adhesión a un credo, por ejemplo, su asistencia a misa o
si cree en algún santo. Una baja frecuencia de las respuestas en términos de
adhesión se puede interpretar erróneamente como que los jóvenes no creen en
Dios. En verdad, los jóvenes creen, pero diferentemente al modo tradicional.
Por lo tanto, lo que
ella propone es cambiar el foco desde la mediación, en este caso la
institución, a la relación del sujeto con Dios. Esta relación es lo que se
llama la religiosidad que tiene diversas posibilidades, incluso el rechazo o
negación de esta.
Esta mirada sobre la
relación no olvida las mediaciones, pero la privilegia para alcanzar una
comprensión acerca de cómo se realiza el encuentro del joven con lo divino.
Para observar esta relación propone algunas dimensiones que nacen del estudio
de la experiencia religiosa de los sujetos. Ellas son la dimensión:
experiencial, ideológica, ritual, intelectual, consecuencial y comunitaria.
La última intervención
estuvo a cargo del Sr. Marcelo Neira,
Periodista y Magíster en Ética Social y Desarrollo Humano quien presentó
algunas perspectivas para la acción evangelizadora de jóvenes en contexto
escolar.
Introdujo el tema
señalando que la religiosidad se puede entender desde dos perspectivas, como
algo inherente al ser humano o como externo al sujeto. Para acompañar a los
jóvenes es necesario responderse esta interrogante, para lo cual lo teología
señala que Dios es un acontecimiento en la vida de las personas y, por otro
lado, define al ser humano como sujeto religioso.
Hecho estos alcances
consideró las respuestas dadas por los jóvenes que participaron en el Sínodo. Los
relatos de los jóvenes se pueden categorizar como distantes respecto de lo
religioso, que se expresa en odiosidad, indiferencia o la no creencia. Otros,
en un plano más progresivo narran su experiencia como un despertar, un cultivo
o un despliegue de la religiosidad. Finalmente, otro grupo se distingue por la plasticidad
que adquiere su experiencia religiosa, caracterizada por lo difusa, específica
o dinámica.
En un plano más
teórico, explicó los diferentes planos discursivos que asume lo religioso. Por
un lado, lo religioso y en el opuesto, lo institucional. En un plano intermedio
se encontrarían las diferentes tradiciones. En cada uno de estos dominios se
encuentra una expectativa a alcanzar por medio de la práctica como el despertar
religioso, el cultivo de la identidad o la militancia propiamente tal. Estas
distinciones permiten alcanzar un mayor repertorio de conceptos a la hora de
analizar la experiencia religiosa de los jóvenes y no confundirse.
Desde la pastoral
iluminó la reflexión con la idea de la experiencia mística que supone el
encuentro con Jesucristo. La teología y la ética permiten concretizar esa
respuesta en una forma específica, pero es muy probable que los procesos
pastorales se hayan quedado en alguna de ellas sin la referencia a la mística.
A partir de estos
elementos sintetizó algunas pistas para la pastoral: partir de lo que Dios hace
en el otro, no lo que le falta; aprender a contemplar y discernir lo sagrado
para otorgarle sentido a la vida; avanzar desde la experiencia hacia una
conciencia más madura; la pastoral debe adaptarse a los jóvenes en clave
inclusiva; la pastoral como lugar de síntesis creyente de los saberes en la
escuela; la pastoral en la triple experiencia mística-teológica y ética y por
último la pastoral como una invitación que se origina en el testimonio alegre
del encuentro con Jesucristo.
Diálogo con los panelistas:
Luis Bahamondes respondiendo
a la pregunta sobre las nuevas metodologías o prácticas reconoció que hay que
dejar de lado aquellas que sitúan al adulto en el centro del proceso y al joven
como el asistido o beneficiario de la buena voluntad del adulto. En este
sentido propone una mayor autonomía de los jóvenes en su capacidad de decisión.
Favorecedor de este adultocentrismo es el mismo analfabetismo religioso que
viven los jóvenes que no saben verbalizar lo que les ocurre en esta dimensión.
Por otro lado, llamó a los docentes y adultos responsables de la formación de jóvenes
a hacerse cargo de una comprensión de las transformaciones culturales que ha
vivido la sociedad. No es posible en este sentido seguir haciendo la clase de
religión de la misma manera que hace algunos años.
En cuanto a los
desafíos de la clase de religión, Marcelo Neira, señaló que esta asignatura se
encuentra normada por un marco jurídico que orienta su acción en la escuela. El
desafío ha sido transitar de una clase confesional a una curricular, en donde la
dimensión religiosa, antropológicamente inherente a todo ser humano, completa
la formación integral que pretende la Ley General de Educación.
Catalina Cerda, sobre
el mismo tema, cuestionó la posición desde la cual se dice que los jóvenes no
creen. Descartando el binomio observante/practicante, invitó a indagar en la
experiencia religiosa de los jóvenes tal como ellos la viven para poder
realizar un proceso educativo.
Marcelo Neira, agregó
que la EREC tiene una densidad que no se condice con la realidad que viven los
jóvenes, rescatando el argumento acerca del analfabetismo religioso dicho
anteriormente. Es decir, el programa entrega un contenido que va más allá de la
capacidad de comprensión que los jóvenes pueden ser capaces de comprender.
Respecto del
acompañamiento a los jóvenes como práctica pastoral, Marcelo Neira sostuvo que
es fundamental, así como la continuidad de lo asociativo o clave comunitaria
para compartir la fe. En este sentido, nuevamente, Catalina Cerda insistió en
abrirse a una nueva configuración de lo religioso estudiando cómo los jóvenes
la experimentan.
Se pidió una precisión
para entender qué se entiende por el encuentro con Cristo, ante lo cual Marcelo
Neira señaló sintéticamente como la experiencia del darse cuenta de la persona
de que está habitado por una presencia que lo ama incondicionalmente. Esto
provoca el desborde y la alegría del creyente.
Finalmente, respecto
de la autocrítica que realiza la Iglesia, un tanto ausente en el diagnóstico
presentado por Luis Bahamondes, el académico señaló que le corresponde a ella
hacerla y sin duda lo está haciendo. Reconoció la validez, por ejemplo, del
documento de Medellín respecto del tema de la justicia social que cuestionaba
el modelo de desarrollo imperante en América Latina y que tiene plena validez.
Sin embargo, reconoció también que ante demandas que la sociedad instala la
Iglesia no ha estado dispuesta a responder oportunamente.
Reflexiones finales
Hace bien que los diferentes
actores involucrados en la educación, profesionales y académicos se sienten a
dialogar sobre una temática tan poco visibilizada. Los datos que se
proporcionan dan para pensar que es necesario cambiar la forma de referirse a
la religión en la sociedad. Por lo general, el uso de esta palabra recae en
lugares de culto, doctrinas, objetos y libros sagrados, o sea, en resumidas
cuentas, lo institucional.
Sin embargo, vivimos
una época donde lo experiencial ocupa gran parte de las demandas que los
jóvenes instalan en las salas de clases. Los jóvenes viven procesos de
subjetivación donde la comunicación instantánea les permite imaginar mundos
ilimitados, aunque sin todo el equipaje epistemológico y reflexivo para
comprenderlos. Entre los bultos para este viaje, el de la dimensión religiosa
aparece como indispensable, para nosotros, pero inútil para ellos.
El desafío planteado
por Luis Bahamondes nos demanda un reconocimiento, no solo de prácticas pedagógicas
ancladas en cierto tiempo pretérito, sino que también de una profunda reflexión
propia de los cambios de época. Si fuimos formados como profesores en una época
en que nadie cuestionaba su autoridad, ese mundo hoy día se acabó. Si nacimos
en un ambiente donde nadie cuestionaba la autoridad del sacerdote y el
pensamiento de la Iglesia, tenemos que solicitar a la torre de control una
pista para un aterrizaje de emergencia. Bienvenido a la realidad del siglo XXI.
No se trata de
demonizar la secularización y maldecir las ideologías. Cada época tiene lo suyo
y la nuestra tiene también enormes aportes de los cuales tenemos que sentirnos
satisfechos. La lucha de la mujer, por ejemplo, para alcanzar mayor dignidad,
respeto e igualdad en la sociedad es una causa justa, de la cual los hombres
tenemos que aprender para derribar la cultura machista de la cual somos parte.
En este sentido, veo
que hay muchos cursos de actualización que apuntan a sumar nuevas tecnologías,
estrategias o métodos de innovación. Esto está bien, pero, así como en la vida
pasamos por momentos en que tenemos que renovarnos, aceptar que vamos
envejeciendo y asumir nuevos desafíos, el profesor también necesita estos
espacios. Lamentablemente, veo pocos lugares para ello. Quizás deba decir que
no existen. Y no se trata de un asunto para consultar con psicólogos. Se trata
de profesionales que necesitan asumirse plenamente humanos con todo lo que la
palabra tiene de frágil y temporal, pero insospechado y plástico, también.
Las universidades
forman profesores para asumir la responsabilidad educativa de niños y jóvenes, por
medio de habilidades, capacidades y competencias que le puedan asegurar
encontrar un puesto de trabajo al final de sus estudios. Las mallas
curriculares están exigidas por estas demandas, pero a lo largo de la vida
profesional, el docente deberá sortear una serie de desafíos que tocan fibras
más internas que afectan su rol ante los estudiantes.
Los documentos
normativos están preocupados del desempeño docente, no de la forma en que éste
elabora, concibe, estructura y finalmente piensa el mundo, al estudiante y la
asignatura. Lo dicho en este conversatorio es una provocación para que nosotros
hagamos este proceso introspectivo para reconocer desde donde estamos mirando
el mundo para hacer los ajustes necesarios.
En este sentido, el
aporte de Catalina Cerda va en esta misma línea. Hace algunos años atrás los
textos de estudio decían “religión”, pero nadie se afectaba o se confundía, ya
que se trataba de un asunto bien definido. Con el tiempo nos fuimos dando
cuenta que el nombre no se acomodaba a la realidad. Crecimos creyendo que
éramos la única religión verdadera. Craso error.
Así como ella nos
invita a reflexionar acerca de la religiosidad de los jóvenes, y aunque no lo
haya dicho, también la nuestra, debiéramos hacer lo mismo con el concepto
evangelización. Ella nos propuso la idea de compartir más que la de transmisión
dado el peligro de la unidireccionalidad del mensaje. Debemos entender que hay
una sombra de proselitismo encubierto en un uso de la evangelización. Su
postura nos permite abrir la mirada, sí, pero también nos llena de
inseguridades. Trabajando con profesores un relato pedagógico en el que la
palabra “espíritu” era gatillante del aprendizaje las respuestas de los niños sorprendieron
al docente al punto de hacernos la pregunta si somos capaces de leer y aceptar la
religiosidad de los demás. En términos interculturales, fácilmente queremos
imponer nuestra perspectiva o rebajamos la del otro. Compartir en una
horizontalidad es uno de los desafíos que se debe asumir en este nuevo formato.
Según los datos
proporcionados por Marcelo Neira, el proceso sinodal vivido por los jóvenes da
cuenta de esta realidad religiosa que estamos experimentando y que es
interpretada en planos discursivos. Hace algunos años atrás había escuchado
hablar de la pedagogía del umbral para referirse a un tipo de educación
religiosa en el cual se distinguía a los destinatarios para ofrecer una clase
acorde a su experiencia. Aplicado en algún colegio de Santiago, el resultado
fue un rotundo fracaso puesto que jóvenes que compartían una misma experiencia
no necesariamente coincidían en principios éticos, eclesiológicos e incluso
dogmáticos.
Nos propone hacer un
tránsito desde una clase confesional a una curricular, sin dejar de lado lo
confesional. El esquema es complejo, pero me merecen algunas dudas educativas y
políticas. Curricularmente, la clase confesional también tiene un enfoque
curricular, valga la redundancia. La EREC hizo una apuesta de educación
religiosa con objetivos fundamentales que apuntaban a la enseñanza de la
identidad del católico. El carácter confesional del programa estaba fuertemente
marcado por perfiles de egreso donde se reflejaban las expectativas del
estudiante. Para muchos docentes estos perfiles no tenían nada que ver con los
estudiantes reales que tenían en clases.
En la apuesta,
presentada por Marcelo Neira, se explicita que la dimensión que se quiere
formar es antropológicamente inherente a todos y todas. Por lo mismo, la
dimensión religiosa no formaría parte de ninguna confesión religiosa. La
educación integral que propone la LGE se vería completada con una asignatura
que aborde específicamente esta materia. Desde este punto de vista habría que
ver cómo se inserta el estudio de lo religioso desde una confesionalidad. La
EREC intentó lo mismo, pero sucumbió.
La experiencia de los
países europeos y en Canadá ha sido eliminar la clase confesional de los
colegios. En su lugar han instalado el estudio del fenómeno religioso, ya sea
como cultura religiosa o historia de las religiones, pero sin referencia a la
confesionalidad. Este camino se sostiene por el hecho de que la escuela trabaja
sobre la base de la formación del pensamiento y la cultura. Por lo tanto, para
estructurarse como asignatura debe emplear los mismos procedimientos
disciplinares que las demás. Para algunos estudiosos del fenómeno este desafío
plantea un trabajo curricular de acuerdo a una disciplina fundamental que debe
ser declarada y de donde se obtienen los conceptos nucleares de la arquitectura
curricular de la asignatura.
La postura de estos
investigadores señala que conocer sobre el fenómeno religioso se debe hacer con
las herramientas propias de lo religioso, como son los textos, la exégesis y el
apoyo de las disciplinas teológicas. Aplicar pensamiento crítico a los datos
proporcionados por la experiencia puede hacer más lúcido el fenómeno. Es más,
desde estas coordenadas se espera que surja la inteligencia que ilumina la
conciencia para el encuentro posible.
Tomás Schertz, ex Vicario
para la Educación, expresó en reiteradas ocasiones que este tipo de asignatura
da como resultado una clase aséptica, donde lo religioso se diluye. Algo
similar dicen los expertos, quienes observan que las aproximaciones que hacen
los docentes en ocasiones carece de esa profundidad que permite el resultado
esperado. Sería una razón de índole pedagógica. Pero también está la razón
política donde los detractores sostienen que la clase de religión no encuentra
su lugar en la escuela.
De momento, la clase
de religión confesional se apoya en razones de índole política de conveniencia
para unos y otros, pero no ha tenido un sustento epistemológico que le otorgue el
estatus de una asignatura como las demás del currículo nacional. La nueva
asignatura que se está elaborando deberá sortear estas mismas dificultades y
esperamos que los docentes tengan plena participación en el proceso.
Para conocer las ponencias pueden visitar la página web del INPAS:
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