El traje dominguero
Durante mi última visita a Santiago de Chile tuve grandes encuentros con amigos y amigas muy queridos. Sin embargo, en mi recorrido por la ciudad, percibí algo que comparto sin ninguna pretensión científica. Son sólo percepciones, que obviamente dan lugar a ideas que pueden ser curiosas, simpáticas u odiosas. Las comparto por si a alguien le hace sentido.
No recuerdo la vez en que escuché la expresión “traje
dominguero”. Sin duda, tiene que haber sido empleada en otros tiempos, cuando
la población, mayoritariamente católica, solía participar de la misa dominical.
Alude a un cambio de pinta, a dejar la ropa corriente, para disponerse a vivir
algo diferente, en este caso la celebración litúrgica.
Fuera del contexto religioso, da a entender que hay
que poner esmero en vestirse con cuidado, engalanarse, vestirse con distinción.
Algo de esto me tocó ver el año pasado en la ciudad de Jaén, en Andalucía, España.
Me llamó la atención el colorido de los trajes de sus habitantes, la variedad
de telas y de diseños. Junto con ello, observé que la gente tenía un aire
alegre, distendido, sin preocupaciones. Había una cierta unidad entre el
vestuario y la forma de estar en el mundo.
Este preámbulo me sirve para compartir algunas percepciones
sobre Santiago de Chile, durante este verano de 2024 que no piensa acabarse. Moviéndome
por el sector céntrico de la ciudad me llamó la atención que la gente vista de
negro: pantalón, poleras y zapatillas, todo cubierto de negro, como dice
Violeta. Dependientes de tiendas, restaurantes, bares y librerías, todos se
visten igual. Es la moda. Extraño, ya que, con temperaturas sobre los 30°C, esperaría
ver algo más de color. ¿Dónde quedó el traje dominguero? ¿Santiago olvidó la
fiesta? ¿No hay nada que celebrar? ¡Qué fúnebre!
Tampoco encontré diferencias entre la moda adolescente
y de los adultos. Eché de menos el vestido en las mujeres. El jockey prevalece
antes que el sombrero y el jeans a medio caer en el caso de los varones.
El uso de poleras dejaba los brazos descubiertos, lo
cual me permitió ver una gran gama de tatuajes. El bermuda o el short, dejaba a la
vista la creatividad de los artistas, también. En el caso de las mujeres, el uso de
prendas cortas dejaba a la vista ombligos y cinturas abultadas con otros osados
tatuajes. Pese a la tenida deportiva, el cuerpo de chicos y chicas tendía a
mostrar músculos flojos. Me pregunté si aquello era exceso de comida rápida, el
costo de la alimentación o la falta de actividad física. Quizás sean todas las
anteriores.
Me llamó la atención la cantidad de parejas del mismo
sexo que expresaban abiertamente su afecto, con total desinhibición. Felizmente,
la diversidad ya no es un tema oscuro en la sociedad chilena, pensaba para mí.
En el tren subterráneo me encontré con una gran
cantidad de avisos estáticos y otros sonoros, recordando normas de seguridad
para evitar accidentes y la prohibición de dar limosna o comprar a vendedores ambulantes.
¿Será necesario que nos recuerden cómo tenemos que comportarnos en espacios
comunes? ¿Con tantos años en el colegio, se nos olvidó leer o no sabemos tomar
decisiones con total autonomía? Sentí algo de pena cuando en un supermercado
compré unas botellas de vino y la cajera me pidió el carné de identidad para comprobar que
tenía más de 18 años. Me dijo que tenía que seguir el protocolo. El cumplimiento de la norma era prioridad ante la evidencia de mi pelo gris Parece que con el
tiempo voy rejuveneciendo.
La ciudad, capital de la República de Chile, olvidó su
traje dominguero, me dije a mí mismo. Los precios de la alimentación y del vestuario
revelan que la vida se encareció. Luego de la revuelta social, los años de pandemia
y dos intentos constitucionales fallidos, la población se ve abatida, de luto.
La gente lucha por el pan de cada día. El adulto mayor
debe seguir trabajando, como el personal de fiscalización de una red del
transporte público que controlan que los pasajeros carguen la tarjeta bip antes
de subir a una micro. En el sector oriente observo que los migrantes, grupo estigmatizado
por la delincuencia, riegan, barren y ornamentan las plazas y jardines. Los
chilenos buscan mejores fuentes laborales.
La política, palabra desprestigiada en estos días, no
despierta entusiasmo. No es el tiempo de las visiones de país, sino de
trincheras. Cada cual cuidando su parcela. Así, es difícil sacar el traje dominguero.
Espero que la próxima vez que vuelva a pisar mi tierra, haya reencuentro y
aires de fiesta.
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