Lucha o mérito
Este jueves 28 tenía que ir al Departamento de Educación de Providencia para una reunión para lo cual usé el transporte subterráneo. Sabía que sería una mañana agitada puesto que dos marchas estudiantiles, no autorizadas, provocarían incidentes en la Alameda. De esta forma llegaría a la hora.
En la reunión algo hablamos de lo que se viene para los colegios. Este lunes se realiza el paro indefinido de profesores, lo cual afectará, fundamentalmente a los colegios públicos.
Al salir, tomé la micro, transporte que prefiero. Así me entero de lo que vive la ciudad, puedo respirar lo que hay en el aire. Quería ser, además, testigo directo de una nueva movilización de nuestros estudiantes que marchan para protestar en contra de la represión policial.
Mientras venía en la micro me encontré con una columna de estudiantes. Miré sus rostros, sus uniformes y traté de imaginarme lo que sentían. En un grupo de avanzada de la columna había 4 jóvenes, al parecer, todos varones, con sus pantalones a medio caer, con zapatillas urbanas, casacas con leyendas de marcas de ropa y gorras con bizeras torcidas. Parecía que caminaban al ritmo del hip hop, pero sus rostros eran de despreocupación. Pese a caminar por la Alameda y sabiendo las consecuencias que esto podría acarrearles, no dejaban de gritar: "se v'acabar, se v'acabar, l'educación de Pinochet".
Entonces, imaginé a ese joven que marchaba con rostro despreocupado, pero decidido, que ya no aguantaba más el discurso de sus padres y profesores que le decían que su futuro se construía por su esfuerzo educativo. Sin duda, muchos como él han escuchado el mismo discurso optimista de una transformación social por medio de la educación. Ese discurso que dice que gracias a tus méritos llegarás a ser el profesional que soñabas. ¿Hay trampa en esto? ¿Cuánto de verdad ética hay en esta afirmación? ¿Y cuánta oscura trama social?
Por cierto que en la vida, nadie puede aprender a leer por ti, así como gozar de una lectura, pintar un atardecer o resolver una ecuación. Tampoco nadie puede tomar decisiones por ti como enamorarte de alguien, salir a marchar o votar en una elección. Hay responsabilidad personal en cada acto que realizamos, pero para ello se requiere tener una razón fundamental que guíe y oriente el comportamiento. A mí parecer, esta actitud de fondo que se encuentra a la base del comportamiento humano está guiado por fuerzas egocéntricas o de alteridad. No quiero pontificar sobre este punto, pero me abro a la posibilidad de que hayan otras.
En educación se promete alcanzar un desarrollo humano de todas las potencialidades y capacidades individuales, lo que llamaríamos la integralidad. Sabemos que este es un ideal más que una realidad, pero que requiere de un apoyo sostenido en el tiempo por parte de la familia, de la escuela, del estado y de la sociedad en su conjunto.
Existe mérito en una familia que logra salir adelante en la adversidad y en un joven que alcanza un propósito cuando el esfuerzo de todos los agentes anteriores lo permiten. A veces, se engaña a los jóvenes pensando que esto es solamente debido a un mero acto individual, sin relación alguna con los demás factores. Ensalzar a un joven para hacerle creer que su éxito ha sido fruto de un individualismo atroz, es el reforzamiento de una racionalidad egoísta y narcisista. Es éticamente perverso educar a los jóvenes haciéndoles creer que el éxito es solo un acto de la voluntad individual.
Ese joven que camina por la Alameda, con actitud despreocupada parece decirme que no ve futuro en esta educación al mérito. La meritocracia, de la cual le gusta hablar tanto a la derecha política neoliberal, hace presente en el horizonte del joven la perspectiva del premio o del castigo, según se comporte en la escuela. La mezquina oportunidad que busca este joven no puede ser solo para algunos, que naciendo en cuna de oro, pueden recibir todos los estímulos necesarios para alcanzar su desarrollo.
En un instante pensé en mis padres que prácticamente gastaron hasta lo que no tenían para otorgarnos lo que ellos nunca pudieron alcanzar. Ese sacrificio tiene un mérito, claro. Pero también tiene algo de perverso. Vidas gastadas y estrujadas, por cierto.
Pero lo curioso, es que la lógica neoliberal enfatiza que junto con el mérito se encuentra la resignación. Confórmate con lo que lograste, parece ser el epílogo de esta historia. Si no pudiste más es por culpa de tus escasos méritos, pero no le eches la culpa a los demás, de aquello que dejaste de estudiar. Caemos en una moral individualista que enfatiza la culpa y victimiza al sujeto.
¿Quién se hace cargo de este discurso? ¿Es esto lo que este joven que camina despreocupado por la Alameda ha visto en sus padres y profesores y que es motivo de su descontento? ¿Qué camino seguir? ¿La lucha? ¿Cuál?
Por la misma razón anterior que victimiza al individuo por su falta de esfuerzo, la lógica neoliberal tiene una moral que paraliza la acción reivindicatoria. No protestes porque es tu culpa. No te manifiestes porque molestas a los demás cuando es tu propia responsabilidad. Debías haberte preocupado antes. Ahora es tarde. y más encima te escondes en la masa. Para el joven que camina por la Alameda, parece no haber obstáculo que lo detenga, la calle no le es intimidante, ni menos la presencia policial. Entiende que lo único que le queda es la lucha social, demostración de que la fuerza del movimiento social es más fuerte que la lógica y su moral individualista.
Trato de entender, joven de la Alameda, ahora tu lógica. Tú no pretendes eludir tu responsabilidad, sino que buscas un horizonte mejor para tu generación. Entonces, tu acción tiene un sentido libertario, el cual comparto. Admito que la calle no ha sido mi escuela de la vida, pero de ella aprenderé para conocerte y abrazar tu ideal.
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