Una iglesia que confía
Es Pascua y para nosotros en Santiago de Chile, el otoño deja entrever sus colores en una naturaleza que parece comenzar a refugiarse, esperando el próximo nuevo ciclo de vida.Estamos en Pascua, en medio del dolor del terremoto en el norte y del gran incendio en los cerros de Valparaíso. Columnas inmensas suben los cerros llevando bolsas con lo necesario para sostener la esperanza y aliviar el alma herida de nuestros compatriotas.
Estamos en Pascua y con un nuevo gobierno presidido por segunda vez por la única mujer estadista que ha tenido Chile. Representante de partidos de centro y de izquierda, de una amplia mayoría que está por hacer cambios profundos en nuestro país. Y razón tiene porque la desigualdad en Chile no tolera más los inmensos desequilibrios. Las cifras económicas nos han permitido mantenernos con un crecimiento sostenido en el tiempo y una convivencia política que ha permitido la alternancia en el poder, pero la población exige una vida más digna.
Los dolores que estamos viviendo nos muestran la cara más frágil de nuestro crecimiento y de eso tenemos que hacernos cargo.
Y tenemos una masa de jóvenes que está dispuesta al sacrificio para dejar sus comodidades y salir a la calle, al barro y el desierto para estar con el que sufre.
Esta misma sociedad que cambia y exige más respeto y dignidad, también le da la espalda a la iglesia. En la última encuesta sobre creencias, Chile baja aún más sus niveles de confianza en las iglesias y crecen los agnósticos.
Estamos en Pascua y el jueves pasado, ante una Catedral repleta, los sacerdotes renovaban sus promesas ante el Arzobispo de Santiago. Allí estaban reunidos los hombres que cargan en sus hombros con los dolores y alegrías de miles de fieles y ciudadanos que esperan buenas noticias.
Estos hombres que han consagrado su vida al Señor, han tenido una experiencia cautivante que les ha tomado el corazón y son testigos vivientes de que Dios es vida y una vida en abundancia.
En otros tiempos han debido defender la vida de los grupos que causaron el terror desde los aparatos del Estado. El Cardenal Raúl Silva H., los Obispos Enrique Alvear y Fernando Ariztía, junto con Cristian Precht, Mariano Puga, Pierre Dubois, Gerard Ouisse y tantos otros nos han invitado a la osadía de vivir la fe en medio del peligro.

Necesitamos volver a confiar, unos a otros y confiar también en que nuestra fe se sostiene en Dios, no en otra cosa. Confianza en nuestros pastores para no tener que ver al Arzobispo de Santiago con guardia policial bajando del altar. Confianza en los que son distintos, como el joven que desde una orientación sexual diferente busca vivir su fe en el seno de la iglesia católica, sin discriminaciones. Confianza en nosotros mismos, en nuestros recursos y capacidades porque Dios cuenta con ello para hacer la vida más hermosa. Confianza en nuestras relaciones de pareja, con nuestros hijos, con nuestros compañeros de trabajo y de estudio, porque nuestra fe es relacional. Dentro de los grandes misterios por lo cuales creer, aparece la confianza de una presencia invisible que nos habita y nos invita a estar abiertos a lo que nos sucede, pero principalmente a lo que el Otro nos comunica.
Es Pascua y la vida se renueva en nuestros corazones. Esperemos que una Iglesia más humana, que sabe acoger nuestro barro, nos permita descubrir a Dios que la habita.
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