Un dos en dibujo


Cuando un hijo tiene un talento desbordante y no lo usa en el colegio, parece ser un lugar común en el paisaje de los estudiantes adolescentes. Pero, no hay que echarle la culpa a la edad, justificando todo por la etapa de la vida. Si nos dejamos llevar por este pensamiento tan natural, terminamos justificando todo.
Tampoco ayuda a resolver la responsabilidad individual decir que la profesora no escogió el mejor método para motivar al artista en potencia que es nuestro hijo.
Se trata de la adquisición de un contrato tácito entre los padres y los hijos. Con ello decimos que los hijos entienden que poner todo de su parte para sobresalir en las actividades de la escuela cimenta un camino lleno de virtudes. 
Entre padres, hijos y profesores hay un acuerdo que implica que los sujetos en formación se abren a la posibilidad de confiar en que alguien los podrá guiar u orientar hacia un nuevo desarrollo personal y social.
Este ideal exige que los chicos puedan dominar, por medio de su voluntad, los caprichos y deseos desordenados frente a la tarea que los profesores les encomiendan.
El gusto por el trabajo bien hecho es un valor a enseñar a los chicos, a pesar de la falta de motivación. 
Esperemos que sea una actitud a aprender de la vida

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