El repliegue necesario

 

detalle de un dibujo de una alumna
La profesora nos había dejado el tiempo restante de la hora para que pudiéramos terminar de escribir el resumen del libro que teníamos que haber leído en el plazo estipulado. La lista incluía obras de Julio Verne, como La vuelta al mundo en 80 días, Miguel Strogoff, Viaje al fondo de la tierra, entre otros. Marcela Paz y toda la serie de Papelucho también formaban parte de lo que debía ser nuestra feliz ilustración.

Falta de libros en mi casa, desinterés por la lectura, poco habituado a tal menester o todo a la vez, la cosa es que le había pedido a Ricardo, una vez más su cuaderno para copiar el resumen de un libro.

La clase estaba trabajando en un silencio casi sagrado y la profesora llamaba a algunos alumnos para revisar sus resúmenes. Ricardo me había advertido del peligro que la profesora se diera cuenta del plagio. Le dije que no se preocupara, ya que asumiría lo que tuviera que suceder.

Sumido en mi acto mecánico, escribía sin pensar en el contenido, lo más rápido posible, no sea cosa que la profesora se diera cuenta del robo intelectual, que a la fecha llevaba ya unos seis resúmenes. Un verdadero copista escolar.

Y sucedió que la profesora llamó a Ricardo, quien se puso de pie y se acercó para pedirme su cuaderno. Él se lo llevó a la profesora, quien de inmediato se percató que algo extraño había ocurrido. Pedía una explicación de porqué yo tenía el cuaderno del aludido. Un intenso cosquilleo estomacal retuvo mi respiración y me dejó sin voz, lo cual me delató.

Lo que vino después fue un juicio público delante de toda la clase. La profesora pidió mi cuaderno y lo comparó con el de Ricardo. Un escándalo que mereció la nota mínima multiplicada por la cantidad de resúmenes copiados, convocatoria de mis papás al colegio y mi compromiso de leer todos los libros.

Obligado por mi profesora y mis padres, me sometí al ejercicio de la lectura, sin mucho gusto ni provecho durante un tiempo. Dos años después, recuerdo que leía arriba del transporte público y por primera vez me reía al imaginar una escena que ocurría en el Lazarillo de Tormes.

Siempre recuerdo esta experiencia porque fue el comienzo de mi vida de lector. Pienso que, si en mi casa hubiera habido libros y si mis padres hubieran sido apasionados lectores, podría haberme evitado tamaña lección.

Hoy me impresiona saber que mis padres son los mejores lectores de la biblioteca del sector donde viven y que cada año reciben un premio por su destacado desempeño. Aprender no tiene edad, ni condición social.

Desde otra perspectiva, me he maravillado de mis alumnos de 5e, al hablar de sus gustos, me han contado que son apasionados lectores porque les encanta imaginarse los mundos que los libros les ofrecen. En sus ojos he visto almas conmovidas, interesadas por la cultura y todas las culturas.

Acabo de pasar un tiempo de vacaciones y puedo decir que la lectura ha sido una compañía suave y silenciosa, que me ha regalado horas de placer inconmensurable. Mi hija me reprocha que parezco vivir en una burbuja, ya que todo alrededor no tiene importancia o simplemente no existe. A veces, es necesario el repliegue para volver al mundo con nuevas ideas, más potenciado e inspirado para vivir el presente con poesía y sentido del humor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Recuperar la motivación del estudiante.

La actividad del estudiante

Un viaje a las raíces del tatarabuelo. Un voyage aux racines de l’arrière grand-père