El repliegue necesario
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detalle de un dibujo de una alumna |
Falta de libros en mi casa, desinterés por la lectura,
poco habituado a tal menester o todo a la vez, la cosa es que le había pedido a
Ricardo, una vez más su cuaderno para copiar el resumen de un libro.
La clase estaba trabajando en un silencio casi sagrado
y la profesora llamaba a algunos alumnos para revisar sus resúmenes. Ricardo me
había advertido del peligro que la profesora se diera cuenta del plagio. Le
dije que no se preocupara, ya que asumiría lo que tuviera que suceder.
Sumido en mi acto mecánico, escribía sin pensar en el
contenido, lo más rápido posible, no sea cosa que la profesora se diera cuenta
del robo intelectual, que a la fecha llevaba ya unos seis resúmenes. Un
verdadero copista escolar.
Y sucedió que la profesora llamó a Ricardo, quien se
puso de pie y se acercó para pedirme su cuaderno. Él se lo llevó a la
profesora, quien de inmediato se percató que algo extraño había ocurrido. Pedía
una explicación de porqué yo tenía el cuaderno del aludido. Un intenso
cosquilleo estomacal retuvo mi respiración y me dejó sin voz, lo cual me
delató.
Lo que vino después fue un juicio público delante de
toda la clase. La profesora pidió mi cuaderno y lo comparó con el de Ricardo.
Un escándalo que mereció la nota mínima multiplicada por la cantidad de
resúmenes copiados, convocatoria de mis papás al colegio y mi compromiso de leer
todos los libros.
Obligado por mi profesora y mis padres, me sometí al
ejercicio de la lectura, sin mucho gusto ni provecho durante un tiempo. Dos
años después, recuerdo que leía arriba del transporte público y por primera vez
me reía al imaginar una escena que ocurría en el Lazarillo de Tormes.
Siempre recuerdo esta experiencia porque fue el
comienzo de mi vida de lector. Pienso que, si en mi casa hubiera habido libros
y si mis padres hubieran sido apasionados lectores, podría haberme evitado tamaña
lección.
Hoy me impresiona saber que mis padres son los mejores
lectores de la biblioteca del sector donde viven y que cada año reciben un
premio por su destacado desempeño. Aprender no tiene edad, ni condición social.
Desde otra perspectiva, me he maravillado de mis
alumnos de 5e, al hablar de sus gustos, me han contado que son apasionados
lectores porque les encanta imaginarse los mundos que los libros les ofrecen.
En sus ojos he visto almas conmovidas, interesadas por la cultura y todas las
culturas.
Acabo de pasar un tiempo de vacaciones y puedo decir
que la lectura ha sido una compañía suave y silenciosa, que me ha regalado horas
de placer inconmensurable. Mi hija me reprocha que parezco vivir en una burbuja,
ya que todo alrededor no tiene importancia o simplemente no existe. A veces, es
necesario el repliegue para volver al mundo con nuevas ideas, más potenciado e
inspirado para vivir el presente con poesía y sentido del humor.
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