El verdadero espíritu de la Navidad


El verdadero espíritu de la Navidad
Una conocida empresa de supermercados tiene una publicidad radial en la cual se escucha a un ejecutivo de una empresa diciendo a sus empleados: “para vivir el espíritu de la navidad vamos a venir el viernes a cantar villancicos”. Los empleados abuchean la propuesta ante lo cual el ejecutivo rectifica invitándolos a vivir el “verdadero espíritu de la Navidad” compartiendo las cajas que entrega esta cadena de supermercado. Ahora, sí se escucha a la gente aplaudir.
El mensaje nos hace reflexionar acerca de la presencia de las religiones en el espacio público y la mutación que ha tenido en la sociedad del valor religioso de la Navidad. Todo esto queda más en entredicho, luego de la publicación de los resultados de la encuesta CEP sobre Religión[1], dada a conocer el martes 18 de diciembre de 2018, cuyas cifras parecen dar razón al supermercado mencionado más arriba.

Encuesta sobre Religión
Antes de señalar algunas cifras, es necesario detenerse en el título de la encuesta: “Religión”. Así, sin apellido y en singular. Llama la atención que luego de un siglo XX bastante movido por el avance del liberalismo, se continúe hablando de un tema en singular cuando lo que más caracteriza a la humanidad es su pluralidad, sobretodo en este aspecto tan fundamental. ¿Será que la sociología religiosa aún no ha encontrado el modo de evidenciar el fenómeno religioso? ¿Entendemos todos por religión = Dios? ¿Se sentirán incluidos en estos resultados aquellos que dicen tener fe, pero no lo manifiestan a través de una divinidad? Estas preguntas atraviesan nuestro pensamiento a la hora de revisar los resultados y continúan estimulando nuestra reflexión.

Denominación religiosa
La primera cifra que quisiéramos comentar se refiere a la baja de quienes se denominan católicos. De un 73% en 1998, pasamos a un 69% en 2008 y finalmente, a un 55% en 2018. ¿A qué se refiere con católico? ¿A los bautizados bajo el rito católico? ¿A quiénes sin ser bautizados simpatizan con su doctrina? ¿A los que asisten al servicio religioso? ¿A los que recibieron una educación católica y adhieren a sus valores?
En el siglo pasado, cuando el país mostraba cifras de catolicismo muchísimas más elevadas, el padre Hurtado escribía si verdaderamente Chile era un país católico[2]. Se lamentaba de una piedad religiosa que no daba el ancho con las grandes injusticias que lastimaban al país. Algunos años después escribió otro libro[3] donde retoma algunos puntos del cuestionado libro, en el que señala:
“Creen algunos que la fe persevera en la casi totalidad de los chilenos. Los resultados que arrojan las encuestas y estadísticas nos obligan, sin embargo, a pensar de otra manera. (…) La vida cristiana, empero, se va debilitando casi hasta desaparecer en algunas regiones” (Hurtado, 1994: p47).
Para el santo, el debilitamiento de la vida cristiana quedaba reflejada en la baja asistencia a las celebraciones a la que concurría un pueblo que se decía católico. Más adelante dirá:
“Y es triste confesarlo: la gran masa de esos cristianos lo son solamente de nombre. Una vida superficial o insubstancial, un mundo hueco llena los días con preocupaciones de fiestas y diversiones que les quitan el tiempo y humor para dedicarse a hacer el bien con profundidad”. (Hurtado, 1994: p59).
Si esto ocurría en la primera mitad del siglo XX, no debiera llamarnos la atención que un 24% de la población considere que no posee una denominación de pertenencia. Esta cifra ha crecido en los últimos 20 años en un 17%. Lejos de pensar que son personas no creyentes, son más bien un grupo significativo de hombres y mujeres que pueden tener una religiosidad desinstitucionalizada, es decir, sin vínculo con la institución eclesial, cualquiera sea ella.
El fenómeno parece afectar más a los católicos que a los evangélicos que se han mantenido estables en un 16 a 17% de la población. Esto llama la atención, luego de los episodios vividos durante el gobierno de Bachelet y los reclamos públicos en el Te Deum Evangélico a la política respecto de la identidad de género y el aborto en las tres causales.
Otro aspecto preocupante y que podría ir en ascenso es el 36% del grupo etario entre 18 a 34 años, que se declara sin denominación religiosa. Son, principalmente, jóvenes que inician estudios superiores, profesionales y matrimonios jóvenes. Se trata de una generación que vivió el tiempo final de la dictadura, el inicio de la transición democrática y el boom de las comunicaciones. Parker (2008)[4] ha consignado que un mayor pluralismo religioso ha sido provocado por los medios de comunicación de masa y la revolución en las comunicaciones y la electrónica, así como la diversidad de proyectos educativos, entre otros fenómenos sociales. Esta mayor diversidad cultural ha promovido una desvinculación con la institución religiosa hegemónica, en este caso, católica.
Otro dato que aporta a la descripción del fenómeno lo proporcionan los profesores de religión católica quienes observan que las familias jóvenes no manifiestan mayor interés en que sus hijos asistan a las clases de religión en los colegios públicos. Sin embargo, esto no significa un rechazo a la religión católica, ya que varios asisten a sus parroquias o inscriben a sus hijos para la primera comunión. Volveremos más adelante sobre este fenómeno.

Creencias religiosas
Destacamos, también, otro aspecto que dice relación acerca de lo que creen sobre Dios, representado por una figura suprema, como lo dice la encuesta, o por quienes lo representan por medio de una fuerza o poder. Se observa una baja constante desde 1998, de 80 a 69 puntos porcentuales. Las dudas religiosas no son nuevas en la humanidad, pero parece que el nuevo contexto cultural que vive el país permite que muchos se interroguen acerca de lo que creen. Esto lejos de representar un fatalismo, es una buena señal, ya que muchos dejan una creencia más infantil y podrían estar en búsqueda de algo más sólido. Es posible imaginar, de continuar los cambios socioculturales, que aumente la cifra de aquellos que creen en un gran poder, en lugar de una figura suprema, por sobre el 8% actual en las sucesivas muestras o se amplíen hacia nuevos registros.
A continuación, dos cifras llaman nuestra atención. Se trata de aquellos que no siguen una religión, que forman un grupo nuevo en los últimos años. De ellos, un 16% no se considera una persona espiritual o interesado en lo sagrado o sobrenatural y un 30% sí se considera. En ambos grupos se destaca un aumento del 7% respecto de la encuesta de 2008. Nos preguntamos, acerca de cómo interpretar la categoría “persona espiritual”, por un lado y “sagrado o sobrenatural”, por el otro. La educación forma al hombre en su dimensión espiritual y no puede ser de otro modo. El hombre posee una dimensión espiritual que le es propia, por lo que probablemente, algunos deseen manifestar en esta expresión su rechazo a lo religioso institucional, dado que no podrían renunciar a su propia formación espiritual. Igualmente, lo sagrado y lo sobrenatural, abren campos poco explorados en nuestra sociedad. Es muy probable que algunos entiendan por estos conceptos, lo paranormal y fenómenos extraños. Sin duda que lo religioso abre a una dimensión que los estudiosos llaman el misterio, palabra, también polisémica que tiende a confundir a cualquiera.
Tampoco sorprende que la gente crea en un montón de cosas, como lo señala la encuesta. Algunos han destacado que “el mal de ojo” tenga un 61% de aceptación y el cielo un 68%. La diferencia no es muy amplia para realidades tan diferentes. Pero, no podemos espantarnos tanto, ya que la religiosidad del chileno siempre ha tenido arraigada ciertas creencias como éstas. El mismo P. Hurtado (1994) contaba que un cura de Chillán decía que en el país existían tres sacramentos: el bautismo, la confirmación y la procesión, dando a entender la necesidad del pueblo de acariciar una religiosidad conectada con sus propias necesidades. Lo que sucede, al parecer, es que no han tenido la necesidad de poner estas cuestiones bajo alguna racionalidad que las analice.

Comportamiento religioso
Respecto de las cifras del comportamiento religioso, se entregan tres antecedentes: la frecuencia con que asisten al servicio religioso, el rezo y algunas actividades realizadas el año pasado.
Lo que llama la atención es el aumento explosivo de quienes nunca han asistido a un servicio religioso con un 42%. En 1998, esta cifra era del 18% y en 2008, del 20%.
Este aumento también se ve reflejado en quienes no rezan nunca, llegando a un 23%. Bajan, también, la frecuencia de quienes rezaban una vez al día, del 32% en 1998 al 23% actual.
Otros comportamientos de carácter religioso, señalan que la meditación es la actividad que con más frecuencia realizan los consultados, con un 32%, seguido de la medicina homeopática o tradicional china con 16%. A través de la lectura espiritual un 9% se siente involucrado.
Creemos que estas cifras son referenciales, pero que no agotan el comportamiento religioso de los hombres y mujeres de hoy. Si el principal comportamiento religioso consiste en la unión con Dios y la práctica de la justicia, entonces estamos ante cifras que son meramente parciales y no logran dar cuenta de un fenómeno que es de mucho mayor envergadura. Por otro lado, se produce un centramiento en una religiosidad formal y estática, que no se adapta a los cambios culturales.

Transmisión generacional de la fe
Para la transmisión de la fe, la encuesta considera la baja de los matrimonios católicos desde un 77% en 1998, un 74% en 2008 hasta un 62% en 2018. En contrapartida aumentan los matrimonios mixtos a un 25%, es decir, cuando al menos uno de la pareja declara no tener fe. También aumentan los matrimonios en los cuales ninguno de la pareja declara tener fe a un 7%. Relacionado con esto, la tolerancia respecto de la unión de parejas de distintas creencias se mantiene igual que en el año 2008.
La encuesta no profundiza en aspectos que pueden incidir más fuertemente respecto de la transmisión de la fe, como la escuela, la participación en actividades de índole religiosa o la cercanía con adultos significativos.
En Valenzuela[5] (2017) podemos encontrar datos en los que se señala que en casos de matrimonios mixtos, la clave más importante para la transmisión de la fe estará dado por la posición de la madre. Este mismo académico destaca cambios importantes en la juventud de hoy día, como la prolongación de la escolaridad, retrasando el matrimonio y la vida laboral para después de titularse. Observa, además que los jóvenes tienden a ser más individualistas, haciendo referencia a su propia experiencia y sensibilidad, seleccionando aquello que les interesa de la tradición, con menor compromiso eclesial, más liberales en su manera de pensar y tolerantes de otras creencias. En este sentido, hay marcadas diferencias respecto del apoyo al matrimonio homosexual y la vida en pareja antes del matrimonio.

Percepciones sobre las religiones y las iglesias
Finalmente, la encuesta recoge las percepciones que la gente tiene acerca de las religiones y las iglesias. Se destaca que un 65% de los encuestados prescinde de la mediación de las iglesias para conectarse personalmente con Dios. Esta cifra, tampoco resulta ser ninguna novedad. El académico Luis Bahamondes[6] (2016) ha señalado que en Chile se ha ido observando una creciente búsqueda de la satisfacción espiritual de forma individual. El hombre actual se caracteriza por una religiosidad a la carta, como quien asiste al mercado de las religiones para tomar aquello que le conviene en un momento.
Sin duda, que el baremo más significativo y que más ruido ha producido en la opinión pública tiene que ver con la caída en la confianza en las iglesias. En 1998, la confianza era de un 51%; en 2008, ésta alcanzaba a un 35% y en 2018, llega solamente a un 13%. No se precisa más sobre este aspecto, aunque para la Iglesia Católica, afecta más directamente a las autoridades eclesiásticas, por lo acontecido durante este año. En la visita del Papa Francisco a Chile y en el posterior encuentro en Roma, ha sido claro en señalar las faltas de los Obispos en una conducción transparente y pastoralmente comprometida con el Evangelio. Ha habido una pérdida de orientación pastoral caracterizado por abusos de poder y búsquedas personales de protagonismos.
Dos consideraciones queremos hacer para terminar este apartado. El 46% de los consultados está muy de acuerdo y de acuerdo con la frase que señala que la religión representa el pasado y no el futuro. La pregunta tiene una dificultad metodológica por cuanto encierra en un conjunto a muchas formas de expresión de lo religioso que siguen tan vigentes que resulta complejo considerar que sean cosa del pasado.
La siguiente pregunta consultó acerca de si la religión es hoy tan relevante para la vida como lo fue en el pasado. Un 42% respondió estar muy en desacuerdo o en desacuerdo, lo cual es una percepción bastante alta y que invita a pensar qué aspectos son los que están en juego en esta percepción.

Comentarios finales
La encuesta del CEP refleja un aspecto de la religión con todos los problemas que este concepto encierra cuando se le intenta enmarcar como un fenómeno único y singular. Creemos que se debe avanzar hacia nuevas formas de concebir lo religioso, más abierto a una pluralidad.
No vamos a esconder tampoco que los datos hablan también respecto a una percepción negativa que la ciudadanía tiene acerca de la iglesia católica. En este punto, la encuesta nos permite obtener un dato duro que representan las cifras que hemos señalado.
Algo está pasando en nuestra sociedad que, como lo señala el comercial, el verdadero sentido de la navidad está en la entrega de las cajas del supermercado. No podemos echar la culpa al consumismo, al sistema neoliberal o al secularismo.
En este tiempo, la liturgia de la iglesia católica invita a tener una esperanza viva en Dios que es capaz de penetrar la historia anunciando una buena noticia para el pueblo: el nacimiento del Hijo de Dios, el Dios con nosotros. Los textos del antiguo testamento empleados en la liturgia profetizan su llegada. Al mismo tiempo, esta esperanza no está ausente de los conflictos que vivían los judíos sometidos al imperio romano. No era una fe ciega, sino que abierta a los sucesos de la época.
En este tiempo de crisis la religiosidad de los católicos demanda fortaleza para permanecer expectante y atento a los signos de los tiempos, avanzando hacia una fe madura y la construcción de una iglesia menos soberbia y más humilde.
La vocación de los católicos en la sociedad no es el silencio cómodo ante las estructuras injustas, sino que la voz que clama en el desierto para que el Reino de Dios se haga presente. Sabemos que los paraísos terrenales no existen, pero estamos tensionados por una esperanza que busca ardientemente una mayor justicia para los pequeños y también por la Tierra misma, amenazada por el calentamiento global.
Gracias al Concilio Vaticano II, hemos tomado conciencia que la iglesia no es la jerarquía, sino que el conjunto del pueblo de Dios. En este sentido, el protagonismo de los laicos es fundamental en el campo de la política, la economía, la cultura y de la sociedad, en general. En cada uno de estos ámbitos será necesario profundizar en una religiosidad que contribuya al vínculo con una sociedad diversa y plural. El católico de hoy y del futuro será cada vez más intercultural o se convertirá en un grupo pequeño apartado de la sociedad.



[1] Estudio Nacional de Opinión Pública, Octubre-Noviembre 2018. Tema especial: Religión. Descargable en: https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20181218/asocfile/20181218093906/encuestacep_oct_nov2018_te_religion.pdf

[2] El libro ¿Es Chile un país católico? Fue publicado el año 1941 y fue reeditado por Ediciones Universidad Alberto Hurtado este año 2018.
[3] Hurtado, A. (1994) Humanismo Social, 3ª. ed., Ed. Antártica, Santiago, Chile.
[4] Parker, C (2008) Pluralismo religioso, educación y ciudadanía. Sociedade e Estado, Brasilia, 23(2), p.281-353.
[5] Valenzuela, E. (2017) Jóvenes y religión ¿en qué creen hoy? Diálogo Teológico UC, realizado en la Facultad de Teología el 16 de junio de 2017.
[6] Bahamondes, L. (2016) Desafíos y propuestas para el análisis del fenómeno religioso en Chile. Seminario realizado por Vicaría para la Educación de Santiago, entre el 4 y 8 de enero de 2016.

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