Bingos como solución o el triunfo del neoliberalismo en educación.


Bingos como solución o el triunfo del neoliberalismo en educación.
Estado, mercado y currículum escolar: la experiencia chilena
http://unesdoc.unesco.org/images/0026/002652/265296s.pdf

Luis Osandón (Universidad de Chile), Miguel Caro (Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación), Abraham Magendzo (Universidad Academia de Humanismo Cristiano), Mirtha Abraham (Universidad Academia de Humanismo Cristiano), Sonia Lavín (Universidad Academia de Humanismo Cristiano), Fabián González (Universidad Academia de Humanismo Cristiano), Jorge Fabián Cabaluz (Universidad Academia de Humanismo Cristiano)
Julio, 2018, No.22 IBE/2018/WP/CD/22

La Oficina Internacional de Educación de la Unesco acaba de publicar un artículo escrito por varios connotados curriculistas del país. En su estudio revisan las transformaciones en la política educativa y su impacto en el currículum desde 1964 en adelante.
Los autores analizan detenidamente las políticas implementadas por la dictadura cívico militar, momento en el cual se da inicio a una transformación cuyas consecuencias y efectos perduran hasta el día de hoy. Una de sus consecuencias tiene relación con los dichos del Ministro de Educación quien, por estos días, señaló que el Estado no puede hacerse cargo de todos los problemas que tienen los establecimientos escolares. Para hacer frente a estos eventos sugirió que las comunidades escolares organicen bingos, de tal forma de reunir los fondos necesarios.
Su intervención no debiera sorprender dada la lógica que encierra su discurso. En efecto, luego de leer el documento mencionado queda en evidencia un enfoque centrado en la disminución del Estado dejando que los privados puedan desplegar sus iniciativas.
Pero este discurso no nace ahora, ni es un invento del Ministro actual. La lectura, provocadora y punzante del texto, nos lleva a revisar, además de la bibliografía propuesta, otras fuentes que permiten entender cómo se gestó esta transformación. Cristián Cox (1989), quien fuera Jefe de la Unidad de Currículum del Ministerio de Educación y gestor de la Reforma Educativa post dictadura, describía lo que estaba en juego en materia educacional antes de la elección presidencial de 1989:
“…el cambio buscado por parte de las políticas del gobierno ha sido la sustitución del sistema político por las relaciones de mercado como reguladores externos prioritarios de las características institucionales y funcionales del gobierno (…) Las medidas orientadas a esta “traslación estructural” de la educación han sido objeto prioritario de los grupos neoliberales ligados al manejo económico del gobierno, y ellas han tenido que ver tanto con modificaciones institucionales del sector educativo (privatizaciones) como con cambios en las modalidades de asignación de los recursos estatales. Los “incentivos económicos” que procuran establecer las nuevas modalidades son concebidos como el medio más efectivo de transformación del área, no sólo en términos de racionalidad administrativa, sino también de sus orientaciones culturales” (p.338)[1].
Para explicar los conceptos anteriores, el autor realiza un diagrama que ilustra con claridad la relación entre el sistema educativo, la política y el mercado (ver imagen adjunta). Cox (1989) coincide con los autores del documento, al señalar que el sistema educativo antes de la dictadura se caracterizó por su lejanía con el mundo productivo. En líneas discontinuas representa la característica esencial del sistema educativo chileno del siglo XX, más cercano al Estado y distante del mercado. Al mismo tiempo, se encuentra más alejado del campo político, lo que implica su mayor autonomía. Las líneas continuas describen la doble transformación del sistema educativo que estaba siendo operado por el gobierno. Se caracteriza por la pérdida de la autonomía del sistema, que queda bajo el control autoritario del Estado y regulado por el mercado. De paso, el autor aclara que la cercanía del sistema educacional al Estado no se entiende bajo los conceptos democráticos que conocemos, sino que en sentido restringido.
A continuación, el sociólogo, se dedica a revisar las voces y acciones de los actores con el objeto de comprender su incidencia en las transformaciones. Las voces políticas y económicas se ocuparon de las relaciones del sistema educativo con el Estado y del mercado, respectivamente. La oposición de entonces intentó defender la autonomía de la educación de los negocios.
Lo que vino, ha quedado registrado en el documento que hemos analizado y que continúa desarrollándose por estos días. Cox (1989) lo sintetiza de la siguiente manera:
“”Los ojos y la voz” no han estado todavía en la resultante de la configuración de relaciones mencionada. Tal resultante dice relación con el surgimiento de nuevos acoplamientos entre lo estatal y lo privado; formas institucionales híbridas, ajenas en general a los diseños originales de todos los actores aludidos; resultantes propiamente tales que representan la agenda política inmediatamente venidera, más que a la que responden los discursos examinados” (p.342).
En la actualidad, el documento aporta evidencias palpables de lo que ha significado para el país este “acoplamiento entre lo estatal y lo privado”, experimento neoliberal que se prolonga ya por varias décadas.
Las primeras páginas están dedicadas a ofrecer un contexto histórico en el cual se muestra un sistema educativo que iba respondiendo a las necesidades de cada época. Dos elementos podemos destacar: la reforma realizada en el gobierno de Eduardo Frei Montalva bajo la concepción liberal humanista y de la teoría económica desarrollista, dando paso a la idea de que la educación incide en el crecimiento y permite la movilidad social.
El segundo elemento tiene relación con el fallido proyecto de la Unidad Popular, llamado Escuela Nacional Unificada (ENU). El espacio es breve para una mayor comprensión de este proyecto, pero señala acertadamente los énfasis educativos que respondían a las demandas históricas de los docentes y profesionales de la educación. Menciona las objeciones que planteó la oposición y las rebate. La alta conflictividad social de la época parece ser en sí misma una de las razones para que no fructificara, además, por cierto, del quiebre institucional.
El período de la dictadura cívico militar contiene más elementos para el análisis y, por tanto, es un poco más extenso. Se afirma el ocaso del Estado docente que primó en Chile hasta ese momento y el inicio de las transformaciones que tendrán como consecuencia la instalación del mercado como ente regulador de la educación.
El documento expresa con toda claridad las líneas fundamentales de la estrategia abordada para disminuir la intervención del Estado en materia educativa asignando un rol privilegiado a la iniciativa privada. Junto con declarar el rol subsidiario del Estado se ejerció un fuerte control autoritario con sesgo ideológico que respondió a los cánones de la doctrina de la seguridad nacional.
En términos de política educativa se aprecian dos momentos, el primero que comienza con el golpe de Estado y el desmantelamiento de lo obrado por el gobierno anterior y otro en que se escriben las bases ideológicas del nuevo modelo y su implementación. La reducción del Estado en materia educativa fue dando paso a los principios de la subsidiaridad y el fomento a la participación de los privados. Los “Fundamentos Filosóficos de la Política Educacional Chilena” del régimen dieron el marco de fondo para la pérdida paulatina de la educación como un derecho social y en el afianzamiento de la misma como un bien de consumo.
La política educativa tuvo en el currículum un énfasis marcado por una liberalización dado el enfoque neoliberal del gobierno cívico militar. Junto con la descentralización educacional debido al traspaso de los establecimientos a las municipalidades, los decretos 4002 y 300 introdujeron el principio de flexibilidad curricular, con el objeto de que cada colegio pudiera adaptar a su realidad los contenidos de los programas. La realidad demostraría que esta iniciativa no sería posible, ya que las escuelas no se encontraban en condiciones de realizarla. Solo algunos colegios particulares pudieron implementarlas cuando se tenían los recursos para ello.
En resumen, la herencia del período deja instalada una política educativa en la cual el Estado se deshace de las escuelas (proceso de municipalización); un currículo que otorga mayor flexibilidad sin mayores posibilidades para implementarlo; un férreo control ideológico de los contenidos, amparado en discursos nacionalistas, cristianos y conservadores; un marcado acento asignaturista, con énfasis en las materias que comenzaron a ser medidas en las pruebas de evaluación nacional y centrado en valores como el individualismo, el mérito y el trabajo.
Podemos entender que este período es el inicio de una gran transformación, inédita en el país y en el mundo, respecto de la puesta en práctica de políticas ultra liberales, no solo en el plano educativo, sino que en salud y previsión social. Sin embargo, como los autores lo señalan, el cambio de gobierno no significó una modificación en la orientación del sistema educativo. Usan tres palabras para referirse a las actitudes desplegadas: “resistencias, acomodaciones y reforzamientos”. La primera parece que no fue suficiente, por lo que da para pensar que la mayoría se movió entre algunas de las restantes. Plantean la duda acerca de la real voluntad política para emprender los ajustes luego de la conquista de la democracia.
La pregunta que nos hacemos tiene relación con el contexto que hizo posible las acomodaciones de las que hace mención el documento. Si eran tan altas las complejidades que se estaban discutiendo al momento de las elecciones de 1989, según Cox ¿qué pasó que no fue posible rectificar el rumbo? Moulian[2] (1997) lo grafica así:
“…desde el punto de vista ideológico, es el debilitamiento de los sistemas discursivos alternativos al neoliberalismo y la capacidad manifestada por éste para seducir y atraer o, de un modo más pasivo, para presentarse como el único horizonte posible de quienes antes tenían otras perspectivas ideológicas, pero han optado por el realismo” (p.54).
De alguna forma se entiende que el capitalismo logra ganar esta pulseada histórica a las corrientes basadas en el socialismo y el comunismo. Europa del Este vio caer a la Unión Soviética y los Estados que la rodeaban. El optimismo de los años 60 por un nuevo modelo que traería más justicia daba pasa a un mundo dominado por la tecnocracia y el pragmatismo.
Con este trasfondo histórico, el documento entra a analizar la política educativa y curricular iniciada por los gobiernos democráticos. En lugar de hacer una revisión por gobierno, los autores prefieren dividir el período en dos partes. El primer momento está dado por el inicio del gobierno de Aylwin (1990) y hasta el final del primer gobierno de Bachelet (2009). Durante estos 19 años la política educativa estuvo orientada bajo la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE) que fue publicada un día antes de que los militares dejaran el gobierno.
El segundo momento, que continúa hasta nuestros días, está dado por la Ley General de Educación (LGE), que reemplazó a la LOCE.
Los autores sostienen que la LOCE debilitó el rol del Estado. En lo fundamental el texto señalaba el marco general en el cual los particulares competían para obtener una porción del mercado. El diseño que se heredó de la dictadura concebía al Estado como un proponente del currículo que debía ser aprobado por el Consejo Nacional de Educación (CNED) y luego, a cada escuela como unidades que tenían la responsabilidad de desarrollarlo.
Desde el punto de vista estrictamente curricular, los autores señalan las dificultades para articular los objetivos fundamentales con los contenidos mínimos. Los contenidos pasan a ser centrales debido, también a la lógica de las pruebas externas. Junto a lo anterior, el documento señala que solamente un 15% de los establecimientos escolares lograron elaborar sus propios programas. Los colegios no estaban preparados para esta tarea, que habitualmente venía desde afuera hacia adentro. Este problema no se pudo resolver porque la dinámica de la escuela estaba supeditada a la captación de estudiantes.
En este aspecto el documento entrega elementos suficientes y categóricos desde el punto de vista de los docentes, ya que la política educativa no logró desarrollar una adecuación curricular que lograra comprender lo local. Primó la necesidad de mostrar resultados. Las escuelas debieron emplear estrategias de marketing para mostrar sus logros. Más de alguno recordará haber pasado delante de una escuela que mostraba sendos carteles que anunciaban la cantidad de estudiantes con puntajes nacionales, premios de excelencia académica o talleres de reforzamiento en Lenguaje y Matemática, para de esta forma captar más matrícula.
De esta forma, los autores añaden tres conceptos que son claves para comprender cómo el mercado regulaba el quehacer de las escuelas. Se señala la estandarización de la educación por medio de pruebas nacionales, el concepto de calidad y la libertad de enseñanza.
Las evaluaciones estandarizadas son funcionales a la mercantilización de la educación por cuanto permiten encasillar a las escuelas según los rankings de rendimiento. Los padres y apoderados, informados de los resultados educativos pueden optar por las escuelas que ofrecen mejores puntajes que aseguren que sus hijos llegarán a la universidad. Se acuña el término accountability para designar la forma en que los dineros invertidos en educación deben mostrar evidencias palpables en los rendimientos evaluativos. Esto nos lleva a pensar que en una sociedad donde desaparece el relato político, emerge el mercado proponiendo el consumo. Por lo tanto, se le agrega al apoderado, a su condición de tutor o responsable del niño o del joven, el de cliente.
El concepto de calidad, en estas circunstancias, adquiere una connotación vinculada a un producto más que a un proceso, a un juicio externo, que a uno elaborado por los miembros de una comunidad escolar. De alguna manera, junto con la evaluación estandarizada, vende una aspiración que se puede traducir en resultados académicos. Las encuestas que realiza el CIDE a los actores educativos van dando cuenta del diagnóstico de que la educación es de mala calidad y, por tanto, los apoderados migran hacia las escuelas que ofrecen garantía de mejores resultados.
El documento permite seguir una línea argumental por cada período, agregando subtítulos que orientan las ideas. Sin embargo, algún cuadro de apoyo hubiera permitido captar mejor los alcances que se hacen para demostrar cómo fueron influyendo en la política educativa los conceptos neoliberales. Nos parece que un dato clave es la fuga de estudiantes desde los colegios municipalizados a los subvencionados. La inversión pública en el sector educacional es otro elemento relevante, ya que, pese al aumento del gasto los resultados no son los deseados.
Otro concepto que se encuentra en la LOCE dice relación con la libertad de enseñanza y que otorga a los privados la facultad de participar en el espacio público colaborando con el rol subsidiario del Estado. La participación de los particulares en la educación nacional alcanza los orígenes mismos de la República, por lo que sostener que hay que prohibirla o censurarla no viene al caso. Sin embargo, llama la atención el crecimiento de proyectos particulares con financiamiento público. En Santiago, junto a la expansión inmobiliaria en Puente Alto, La Florida y Maipú, hubo sostenedores que lograron captar parte de esa matrícula. Se crean nuevos barrios bajo la iniciativa privada donde el Estado no invierte en instituciones públicas. De esta manera se desperfila lo público.
A nivel curricular se reiteran los conceptos relacionados con la densidad curricular donde los conceptos mínimos son máximos que condicionan su desarrollo con pruebas externas. Da un paso más, en su análisis al diagnosticar la fragmentación del conocimiento y avizorar la necesidad de “metas educativas expresadas como fines holísticos de comprensión y desarrollo formativo multidimensional, donde los contenidos se subordinan a esas comprensiones mayores” (p.27), aspectos que son abordados en la Propuesta Curricular para 3° y 4° medio (2017)[3].
Antes de terminar este primer período de estudio del currículo en tiempos de democracia, los autores exponen una serie de dispositivos que responden a la lógica de asegurar la calidad de la educación. Destaca el Marco para la Buena Enseñanza (2003) y la Evaluación Docente, el sistema de Gestión Escolar (SAC) como mecanismos de gerenciamiento a través de los cuales el Mineduc externaliza servicios. La consecuencia es la desprofesionalización de la labor docente. El saber del docente se ve disminuido o poco relevante, con lo cual se empobrece su rol y se acentúa el logro de resultados y el pragmatismo.
Se llega al momento en que los estudiantes comienzan la revolución pingüina (2006) y el descontento por la educación se apoderó masivamente de las calles, dando origen a la LGE (2009). Los autores señalan que la nueva legislatura va a radicalizar el rol regulador del Estado sobre el mercado, por medio de la rendición de cuentas. Para ello, tanto la Agencia de Calidad de la Educación como la Superintendencia de Educación, parecen enfocadas en el rendimiento académico, proveyendo de información al mercado respecto de la actuación de las escuelas, amenazando con el cierre a aquellas que no logran buenos resultados.
Los autores entienden que todos estos mecanismos afectan el desarrollo del currículum puesto que consolidan “la subordinación de los procesos de desarrollo, innovación y contextualización curricular a las lógicas de la evaluación, control e incentivo externo” (p.31).
Antes de pasar al segundo momento de la política educativa y su impacto en el currículum, en tiempos de democracia, es bueno detenerse para refrescar estos aportes de los autores con otros elementos. En el documento se señala que los gobiernos de centro izquierda han tenido un discurso ambiguo dado que, si bien no fundan su política en la estandarización, comparten un camino que conduce en esa dirección.
De alguna manera podemos apreciar que la ciudadanía irá concentrando un malestar por la situación social que atraviesa el país, lo cual el PNUD (2015)[4] llamará proceso de politización, es decir, transformar en político un asunto que antes no lo era. En el informe se señala que “hoy los chilenos se enfrentan a las consecuencias de un proceso de transformación en la subjetividad de las personas que lleva al surgimiento de una demanda transversal por cambios profundos y que es necesario procesar en un contexto nuevo” (p.34). En este sentido, la educación ha sido uno de los ámbitos que más discusión ha generado.
El informe da cuenta de una serie de opiniones de actores sociales que revelan la tensión que se vive en el ambiente. Destacamos dos citas del informe. Una es de Andrés Allamand[5] que decía: “Recuerda que hace cuatro años la legitimidad de la Constitución estaba zanjada; el emprendimiento privado en educación no se discutía; el sistema previsional basado en capitalización individual estaba legitimado por la propia Concertación; el concepto de soluciones privadas a los problemas públicos se encontraba vigente. Todas “certezas” que hoy están en tela de juicio” (p.37). La otra, es de Camila Vallejos[6] que señala que “rechazamos la política de los consensos tal como se ha desarrollado durante los últimos veinte años. (…) Consensos que solo han profundizado o maquillado el modelo neoliberal que sustenta las grandes desigualdades en el país y que, por lo demás, hoy son responsables de la crisis que vive la educación” (p.38).
Estos ejemplos que traemos a colación permiten situarnos ante el contexto curricular que los autores nos proponen. Las tensiones están presentes en el ambiente. Surgen voces que traen vientos frescos, aunque esto cauce más tensión. Por ejemplo, en este segundo período emerge un movimiento que pretenderá difundir las consecuencias negativas del SIMCE, por lo que se hace necesario detener su implementación. Su sola intervención abre las posibilidades de imaginar algo distinto y romper el discurso oficial.
Sin embargo, la realidad es más compleja aún. Las Bases Curriculares van a imprimir un nuevo impulso a la política educativa. Los autores ofrecen una interesante racionalidad de este instrumento que redundará en una idea central del documento en el sentido del alineamiento del currículum con el aseguramiento de la calidad sobre la base de resultados de aprendizaje.
La consecuencia más potente de este proceso es la radicalización de “las prácticas instrumentales de las escuelas, modelando su eficacia en dirección a la obtención de los resultados medibles y vaciando de sentido el trabajo pedagógico más profundo que debería caracterizar los procesos de formación humana en un sistema escolar” (p.32).
Respecto del último tiempo, los autores señalan los avances alcanzados respecto de la Ley de Inclusión. Junto con observar la importancia de eliminar la segregación que es una de las principales barreras de la falta de equidad social, remarcan que este instrumento no promueva formas de uso del currículum que permita introducir criterios de inclusión y diversidad, salvo en caso de estudiantes con necesidades educativas especiales.
Observa tensiones entre la LGE y la Ley de Inclusión, ya que mantiene la idea de aseguramiento de la calidad por medio de la estandarización, aunque ello vaya en contra de lo establecido por la inclusión. Es al menos contradictorio, por decirlo suave.
En relación a la Ley de Carrera Docente, hace un contrapunto interesante respecto de la preparación para la certificación, en lugar de promover una reflexión más allá de los instrumentos. Este es un peligro propio de los procesos de estandarización, en general. Se pone en evidencia una visión del docente centrado en el mérito más que el rol, en el rendimiento ante los instrumentos que en el desarrollo de procesos educativos.
Respecto de la Ley de Nueva Educación Pública que redefine la relación del Estado con los colegios creando los Servicios Locales de Educación, plantea tensiones que provienen de enfoques centrados en las personas y en los referentes externos.
Indaga en el uso que los artículos legales dan al concepto de calidad, ya que se aprecian criterios funcionales y restringidos. De tal forma, entonces, que los Servicios Locales tendrían más bien una función técnica de apoyo que no conduce a una propuesta curricular. Por lo que se aprecia, las observaciones dejan un manto de duda respecto de la continuidad de la rendición de cuentas y la estandarización.
Esta nueva etapa en la que nos encontramos deja en evidencia que las leyes analizadas quedan atrapadas por una concepción hegemónica de la educación que responde a criterios de mercado. Es un punto de vista valioso que será necesario seguir analizando conforme se vayan implementando. No está concluida la discusión de fondo respecto de la educación como un derecho social o un bien de consumo.



[1] Cox, C. (1989) Propuestas políticas y demandas sociales. Las propuestas: vol.1. Educación. Garretón, M. A. Editor. Flacso, Chile.
[2] Moulian, T (1997) Anatomía de un Mito. Lom, Santiago.
[3] Mineduc (2017) Propuesta Curricular para 3° y 4° medio. Documento de consulta. Santiago. Chile. Este documento presenta un diagnóstico en el cual el sistema escolar no responde de forma adecuada a una visión integral de la persona, descuidando su desarrollo personal y social, así como el academicismo. Propone reforzar una concepción curricular que oriente la experiencia formativa de manera global donde todas las disciplinas aporten a la formación integral. Propone además una arquitectura curricular con énfasis en aprendizajes nucleares que permita conjugar lo común para el país con aspectos específicos.
[4] PNUD (2015) Desarrollo Humano en Chile. Los tiempos de la politización 2015. Santiago, Chile.
[5] Cita extraída de El Mercurio, 30 de marzo de 2014.
[6] Cita extraída de Radio Universidad de Chile, 11 de agosto de 2011.

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