Una humilde dignidad
La historia
me sobrecogió porque empezó con una pregunta: “¿qué es ser vieja? Yo no sé, no
me siento vieja. Voy a averiguarlo”. Con estas palabras tan sencillas que tocan
su realidad quedo atento a lo que sigue.
Primeramente,
va a visitar a un médico que luego de revisarla le dice que su problema es que
está viejita. Le explica que, al igual que los autos, los seres humanos
comienzan a sentir un desgaste en sus órganos.
No la deja
conforme y va a visitar a un sacerdote. El padrecito le pregunta si viene a
confesarse. Ella le pregunta qué es ser vieja. El curita comienza a darle un
sermón de esos que aburren… que el cielo, el final de la vida y rezar muchos
padres nuestros y aves marías. Se va molesta.
Sigue con su inquietud. Pero al llegar a una esquina, su registro cambia y la
viejecita rejuvenece. Le dicen que no hay micros porque los estudiantes se las
tomaron. Ve un camión con un letrero que dice Las Condes. Lo aborda ágilmente
quedando en la parte trasera colgando. Por el olor a mierda que emana del camión se da cuenta que se subió a un recolector de basura.
Se baja
raudamente y ve a unos chicos jugando sobre skates. Empuja a uno de los
niños y se sube sobre una de estas tablas con ruedas. Le dice que es por una emergencia. A toda prisa
circula por las calles hasta llegar a su edificio. Le pasa el skate al conserje
y le pide que se lo devuelva a los niños que la persiguen. No puede tomar el
ascensor porque están en mantención. Sube los diez pisos a toda velocidad y al
llegar a su departamento se da cuenta que todo era un sueño.
Nos reímos
muchísimo y luego siguió leyendo otros más. Al finalizar intercambiamos algunas
ideas acerca de cómo podría compartir sus textos con otras personas adultas. Me
dice que va a proponer en su club que todos puedan escribir. Vi en su rostro la
mirada de la humilde dignidad.
Escucharla es un regalo. Su voz adquiere un tono comparable con el de sus hermanos. Un acento sureño surge con simpatía adornando con amabilidad sus rimas sencillas y coloridas.
Incluso se permite escribir para participar en concursos para el adulto mayor. Podría integrar cualquier taller literario para adultos mayores, lo cual la hace pensar en que sería una muy buena idea. Aprender no tiene edad aunque no se haya terminado la educación básica.
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