Encuentro del Presidente de Francia con Obispos de la Iglesia Católica


Encuentro entre el Presidente de Francia Emmanuel Macron y la Conferencia de Obispos.
Image prise du canal Youtube Collège de Bernardins
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, aceptó la invitación que le hiciera la Conferencia de Obispos de su país para asistir a un encuentro único que tenía como propósito escucharse y dialogar para un mejor entendimiento y colaboración en materias que son de preocupación mutua. Como queda de manifiesto en su discurso, este encuentro rompe con una situación histórica por la que el Estado y la Iglesia han transitado hace más de un siglo.
El presidente Macron ya había sostenido encuentros con otras confesiones religiosas con el objeto de aunar confianzas y emprender un nuevo rumbo en la sociedad francesa, pero no lo había tenido aun con la Iglesia Católica.
El momento escogido fue el 9 de abril de este año durante el tiempo pascual en el College de Bernardins. Este Centro, ubicado en París, representa un alto significado para el diálogo entre la fe y la cultura. Recientemente restaurado, fue un antiguo monasterio cisterciense fundado en el siglo XIII para el estudio de los monjes en una floreciente ciudad, centro del pensamiento en Europa.
El encuentro tuvo tres momentos: en el primero, tres jóvenes que participan en diferentes asociaciones solidarias católicas testimoniaron cómo el acompañamiento a personas en situación de vulnerabilidad les había dado un nuevo sentido a sus vidas. Al lado de estos jóvenes se encontraban tres beneficiarios de estos programas que también testimoniaron la importancia de ser acompañados por estos jóvenes.
A continuación, el presidente de la Conferencia de Obispos de Francia (CEF), Monseñor Georges Pontier, obispo de Marsella, dirigió un discurso en el que fundamentó el trabajo de la Iglesia con los más frágiles de la sociedad, valorando este aporte como una contribución a la nación.
Finalmente, el tercer momento, que duró aproximadamente una hora, tuvo como invitado de honor al Presidente de la República, señor Emmanuel Macron, quien ofreció un discurso en el que abrió las puertas para dialogar y emprender un nuevo rumbo entre la sociedad francesa y la Iglesia Católica. Sin miedo se atrevió a desatar los nudos que han obstaculizado la relación entre el Estado y la Iglesia Católica. Su postura sobre la laicidad son un aire fresco que permite distender una relación conflictiva, por una parte, pero también una oportunidad para emprender un nuevo camino en el que el aporte de los católicos se ve imprescindible para el futuro de la sociedad.
Puntos centrales del discurso de Monseñor Pontier
Haciendo mención a los testimonios que precedieron su discurso, Monseñor Pontier, hizo ver la importancia de acoger a todas las vidas humanas por frágiles que puedan parecer. En este sentido alertó acerca de ciertos progresos científicos que amenazan la eliminación de lo que puede ser portador de una fragilidad o eventuales enfermedades.
Concretamente, en el plano de la bioética recordó la encíclica del Papa Benedicto XVI “El amor en la verdad” señalando que los avances científicos en este campo imponen una elección entre dos tipos de racionalidades “el de la razón abierta a la trascendencia o el de la razón cerrada en la inmanencia tecnológica”. Agregó más adelante que una respuesta centrada en la mera racionalidad técnica se evidencia como irracional puesto que lleva en sí un rechazo decisivo de sentido y de valor. Señaló que la presencia de la razón y la fe pueden salvar al hombre. Una razón que se deja influir por la técnica, sin la fe, “está destinada a perderse en la ilusión de que todo lo puede. Y una fe sin razón, corre el riesgo de volverse extraña a la vida concreta de las personas”.
Hizo mención, también a la importancia de la familia y la responsabilidad de cuidar a los más débiles, incluso al que está al borde la muerte. En este sentido puntualizó que “la sociedad debe ofrecer perspectivas de vida, de amistad, de ternura, de compasión, de solidaridad”. De esta forma cuestionó la decisión de quienes invocan la expresión de “último cuidado” al acto de dar la muerte, por medio de la eutanasia.
Valoró la iniciativa del Presidente de llevar el debate de estos temas bioéticos a instancias que aseguran la participación de todas las voces representativas de la sociedad[1].
En relación a la capacidad de diálogo entre el Estado y las confesiones religiosas señaló que
“el futuro se construirá en la confianza, el respeto, el amor por el país o de lo contrario se cerrará en los rechazos peligrosos incapaces de ofrecer una vida pacífica y benéfica para todos”. (…) Habitados por convicciones diversas, en particular religiosas, nos debemos “zambullir en nuestras tradiciones para encontrar allí lo mejor de lo que ellas tienen: el amor por el hermano, la hospitalidad y la fraternidad”.
Expresó su convicción de que los católicos “deben tomar parte en el establecimiento de una sociedad justa, fraterna y solidaria gracias a su dinamismo y al compromiso en la vida de la sociedad”. Saludando a las asociaciones que prestan un enorme servicio en este sentido, señaló que las une un sentimiento común por el cuidado de los más desamparados. Preocupación que es compartida con todos los hombres y mujeres comprometidos en la vida política, económica, asociativa y religiosa, siendo una causa nacional.
Luego sinterizó algunos de los principales problemas que afectan a la sociedad francesa. Reconoció la existencia de desigualdades en educación, la instrucción, en la renta, el acceso al trabajo y a los servicios públicos que se agrandan en lugar de retroceder. El sentido del bien común está lejos de ser compartido. Hay exceso de individualismo y una búsqueda de enriquecimiento que forman un obstáculo. Aseguró que solamente el servicio a los más pobres podrá construir una nación fraterna, justa y solidaria.
Recordó la necesidad de revisar el concepto de progreso en función de la preservación del medio ambiente, tal como lo señala la encíclica “Laudato si”. En este sentido recordó que el Papa Francisco insiste en la necesidad poner la economía al servicio del hombre, porque es el hombre el que está al centro de todo. Negar lo anterior, en el mundo empresarial es un verdadero riesgo, expresó. Y añadió que, en el debate sobre el objeto social de la empresa, no se puede olvidar el lugar de los trabajadores que están llamados a desplegar su humanidad encontrando un sentido a su trabajo.
Respecto del fenómeno de la migración también recordó las constantes intervenciones del Papa para que los países ricos no sean sordos a los llamados de los más pobres, solicitando ser generosos en la acogida. Monseñor, señaló que Europa no ha logrado una mirada de conjunto sobre este fenómeno. Acusó un repliegue sobre sí misma o miedos que impiden la elaboración de proyectos solidarios, acogedores y razonables.
También manifestó su inquietud por los diversos conflictos mundiales que causan víctimas entre la población civil. Entre estos conflictos señaló el que viven los Cristianos de Oriente, particularmente, y que la tradición del país ha sido la de apoyar a estas poblaciones. Por lo tanto, considera que el país tiene un rol importante a jugar en la búsqueda de la paz y la justicia.
Reflexionando sobre este encuentro señaló que tiene varios significados: el de una nación que no tiene miedo de quienes la componen, en particular, los representantes de confesiones religiosas; una nación que reúne en lugar de excluir; una nación que permite la libre expresión; una nación que asume su diversidad; una nación que confía, espera y ofrece posibilidades a los jóvenes; una nación abierta a los países y que promueve alianzas confiables.
Señaló que la larga tradición de la Iglesia Católica es la de estar abierta y comprometida en el servicio de los hombres, a pesar de su fragilidad y sus faltas. Con un profundo optimismo señaló que la Iglesia ama este tiempo que le toca vivir y que junto con todos aquellos que lo desean, se ocupa de hacerlo más fraterno y justo.
Finaliza haciendo un llamado a la sociedad francesa de vencer los miedos y a comprometerse con determinación y confianza en un mejor conocimiento los unos de los otros. Y si fuera por priorizar un orden, propone comenzar por mejorar el destino de los más frágiles, los más pobres, las personas que viven situaciones de vulnerabilidad porque de esta manera se construye y se profundiza la confianza en la nación.
Discurso del Presidente de la República
El discurso del Presidente Emmanuel Macron, que duró alrededor de una hora ha recibido varios elogios por su excelente articulación de los temas propuestos. Se observa una fina elaboración que combina elementos históricos y culturales de la nación, aspectos filosóficos que intentan comprender el fenómeno religioso y el sentido de lo humano y lo ético que constituyen el aporte central de las religiones en la sociedad. Por esto es que se ofrece una síntesis del discurso, según los temas tratados. Para conocer el documento se han divido algunas temáticas que aparecen con títulos que faciliten la lectura.
Diálogo Iglesia - Estado
El presidente comenzó agradeciendo la invitación que debió sortear algunas miradas escépticas tanto de la Iglesia como de miembros del Estado. Expresó que ambas instituciones comparten el sentimiento que la relación se encuentra dañada y, por lo tanto, a ambas les incumbe su reparación.
Para ello propuso un diálogo en verdad en el cual cada una de las instituciones debiera interesarse por la contribución que la otra hace a la sociedad. Una Iglesia que no se interese por lo temporal perdería el sentido de su vocación y un Presidente que se desinteresa de la Iglesia no cumpliría su deber, señaló.
Al igual que Monseñor Pontier, recordó el acto de heroísmo del coronel Arnaud Beltrame[2], para señalar que, a pesar de las sospechas que puedan existir en la sociedad francesa sobre las religiones, su entrega era una demostración de que el servicio a la patria reúne lo que hay de ciudadano y de católico bajo una misma llama. No solo se ofrenda la vida por ideales humanistas, sino que, por motivos de fe en Dios y práctica religiosa, agregó.
El diálogo no es un atentado a la laicidad
El presidente considera que reconocer el aporte de los católicos a la construcción del país no es un atentado a la laicidad. Justificó que reconocer a unos no significa disminuir el testimonio de las otras confesiones. En este sentido profundizó sus dichos añadiendo que
“la laicidad no tiene por función negar lo espiritual en nombre de lo temporal, ni tampoco desconocer las raíces de nuestras sociedades de su parte sagrada que nutre a tantos de nuestros conciudadanos”.
Reiteró que reconocer el aporte de los católicos a la sociedad no significa abanderizarse por una visión, lo cual sería contrario a su tarea de gobernante que es ser garante de la libertad de creer o no creer. En su rol, señaló, no le resulta indiferente observar que el diálogo entre la Iglesia y el Estado se encuentra repleto de malentendidos y desconfianzas mutuas.
En la hora actual
En momentos “de gran fragilidad social, cuando el fondo mismo de la nación corre el riesgo de romperse”, el presidente considera que es su responsabilidad evitar que se deteriore la confianza de los católicos en relación a la política y los políticos. Habló de la responsabilidad de los políticos que no han apreciado el valor de los católicos franceses. Dio como ejemplo, que algunos los han reducido a una parte del padrón electoral para obtener dividendos electoralistas. Y otros los han relegado como una minoría contraria a la República. Sólo el diálogo y la cooperación debieran permitir una evolución positiva en la relación Iglesia – Estado, sentenció.
Cuestionamientos que interesan a la humanidad.
Dirigiéndose al presidente de la CEF, le señaló que las preocupaciones sociales expresadas en su discurso previo no se limitan al interés de una pequeña comunidad, sino que son cuestionamientos que involucran a toda la nación y a la humanidad entera. De este modo, precisó Macron, el planteamiento que hace la Iglesia es de interés general por cuanto “reposa sobre una idea de hombre, de su destino, de su vocación, que están en el corazón de nuestro futuro inmediato” como una oferta de sentido.
Los invitó a no sentirse excluidos sino más bien a “recuperar el gusto y la sal” que siempre han tenido en la sociedad.
Recordó el debate en el parlamento europeo que rechazó la referencia sobre las raíces cristianas del continente. Si bien las raíces pueden estar muertas consideró que lo importante es “la savia católica que debe contribuir hoy y siempre a dar vida a nuestra nación”.
Dones que los católicos pueden ofrecer a la República.
El Presidente se refirió a tres elementos de la tradición de la Iglesia que los católicos pueden aportar a la sociedad: la sabiduría, el compromiso y la libertad. Ofrece un marco de comprensión de cada uno de ellos para luego contextualizar en la sociedad francesa su originalidad y pertinencia.
1.      El don de la sabiduría
El Presidente señaló que para responder a la urgencia de la política contemporánea era necesario encontrar “su raíz en la cuestión del hombre o para hablar como Mounier, de la persona”. Agregó que no es posible satisfacerse de un progreso económico o científico que no se interrogue sobre su impacto en la humanidad y el mundo. Reconoció, por lo tanto, que es imposible avanzar en este camino sin cruzarse con el catolicismo que desde hace siglos profundiza sobre este cuestionamiento. En este sentido, añadió que esta tradición religiosa se ha servido de la cultura para expresar la naturaleza humana y el sentido de la vida. Respecto del misterio del hombre, afirmó, que “la secularización no sabría eliminar la larga tradición cristiana”.
1.1.La protección de los migrantes.
Macron admitió que el discurso del Presidente de los Obispos aborda temas que se relacionan con el cuestionamiento sobre el sentido de la vida, el lugar que ocupa la persona y la forma en que se reconoce su dignidad. Del mismo modo señaló que el discurso establecía un lazo íntimo entre temas que la política y la moral habrían tratado de forma separada.
Remarcó la inquietud del mundo católico que estima que es deber del Estado proteger la vida tanto del que está por nacer como del refugiado.
En relación con los migrantes respondió que la política que ha llevado a cabo su gobierno, bajo un criterio prudencial, ha estado inspirada en un humanismo realista y en el derecho. Se trata de proteger a los más débiles manteniendo el orden republicano, lo cual siempre conlleva una tensión ética.
En este sentido consideró que la sabiduría de los católicos puede ayudar a mantener este discurso humanista, conducir al compromiso de quienes pueden ayudar y de evitar el discurso catastrófico. Cualquiera sea el conflicto en el futuro, el presidente considera necesario no ceder en la aplicación de estos principios.
1.2.En el plano de la bioética
Reconoció que sobre el debate bioético la Iglesia sospecha de un diálogo infructuoso con el Estado ya que la decisión se encontraría tomada con anterioridad. Así también, otros consideran que incluir a la Iglesia Católica en estos debates sería un error, “destinado a diluir la palabra de la Iglesia o a tomarla como rehén”.
El Presidente destacó que el debate que se lleva a cabo en el Consejo Consultivo Nacional de Ética requiere enriquecerlo con el de los responsables religiosos. Para ello solicitó que las leyes que deben ser promulgadas en este sentido cuenten con la participación de todas las representaciones filosóficas, religiosas y políticas a través de debates que permitan su expresión plena.
Reconoció que estos problemas no son simples, ni se zanjan con una ley. Se trata de “debates morales, éticos, profundos que tocan lo más íntimo de cada uno de nosotros”. En estos, dice, la Iglesia se muestra rigurosa para defender los fundamentos humanos de toda evolución técnica. Sin embargo, alertó que los mismos principios enunciados por la Iglesia se ven confrontados a realidades contradictorias y complejas por sus propios fieles. Sin validar la idea de que la experiencia real debe prevalecer sobre los principios estuvo de acuerdo en encontrar un límite puesto que “la manipulación y la fabricación de lo viviente no puede extenderse hasta el infinito sin cuestionar la idea del hombre y de la vida”.
1.3.La experiencia / los principios.
Al abordar el tema de la bioética, el Presidente sostuvo que una de las problemáticas fundamentales que surgen en este aspecto es la confrontación entre la experiencia del hombre político y los principios defendidos por la Iglesia:
“De esta manera, el político y la Iglesia comparten esta misión de poner las manos en el barro de lo real, de confrontarse todos los días a lo que lo temporal tiene, si me atrevo a decir, de más temporal”.
Caracterizó esta tarea como “dura, complicada, exigente e imperfecta”. Subrayó la limitación que experimentan quienes trabajan en ella por encontrar soluciones en este campo:
“Las soluciones nacen y se articulan entre lo real y un pensamiento, un sistema de valor, una concepción de mundo. Ellas son muy a menudo una elección del mal menor, siempre precario y también exigente y difícil”.
Reconoció que al escuchar a la Iglesia uno no se encoge de hombros, sino que lo hace con interés puesto que dicha voz “saca su fuerza de lo real y su claridad de un pensamiento donde la razón dialoga con una concepción trascendente del hombre”. Sin embargo, su voz no puede ser un imperativo, como señala el Presidente, ya que ella “está hecha de la humildad de los que amasan lo temporal”. Al menos, reconoce que su voz es cuestionante, justamente porque toca “tensiones éticas entre nuestros principios, a veces nuestros ideales y lo real”.
Apeló a tener una actitud humilde al confrontar estas tensiones y a no quedarse en el rol de administradores de lo que se les ha confiado. Propuso un diálogo no solo de certezas, sino que también de las incertezas que cuestionan:
“nuestro intercambio debe fundarse no solo sobre la solidez de ciertas certitudes, sino que sobre la fragilidad de lo que nos interroga y que a veces nos desampara. Debemos osar fundar nuestra relación compartiendo estas incertezas, es decir, compartir las cuestiones y singularmente las cuestiones sobre el hombre”.
1.4.El horizonte de la salvación
Manifestó que la nación se ha engrandecido de la sabiduría de la Iglesia en los momentos de crisis, precisando que en aquellos es donde aparece la parte católica que enriquece a Francia. Profundizó que a pesar del secularismo los católicos han insinuado, sin embargo, “la cuestión intranquila de la salvación que cada uno, creyente o no, la interpretará a su manera, pero presintiendo que ella pone en juego su vida entera, el sentido, la forma y la huella que dejará”.
Consideró un error de las sociedades contemporáneas la desaparición del horizonte de salvación y constató también signos de su presencia escondida. Si bien cada uno la puede nombrar a su manera, para el Presidente, la evidencia de su relevancia se puede apreciar por la cuestión del sentido y de lo absoluto en las sociedades y la incerteza de la salvación que aporta a todas las vidas, sin importar su condición. Enfatizó lo anterior citando a Ricoeur: “Mantener una meta lejana para los hombres, llamémoslo un ideal, en un sentido moral, y una esperanza en un sentido religioso”.
Para Macron, la Iglesia no es la caricatura de la institución guardiana de la moral. Prefiere usar la figura de “fuente de incertidumbre que recorre toda la vida que hace del diálogo, de la pregunta, de la búsqueda, el corazón del sentido, incluso entre aquellos que no creen”.
Por esto el don que el presidente demanda es el del “humilde cuestionamiento, don que encuentra su raíz en la cuestión del hombre y en las preguntas que el hombre se hace”. De esta Iglesia no espera lecciones, pero sí esta sabiduría humilde sobre los temas de la bioética y la migración. En este sentido habla de un horizonte común buscando cada día hacer lo mejor, aceptando la parte de intranquilidad irreductible que acompaña la acción.
2.      El don del compromiso
Siguió más adelante señalando que cuestionar no significa rehusar la acción, por el contrario, se trata de dirigir la acción conforme a principios que la preceden y la fundan. Remarcó que la coherencia entre el pensamiento y la acción es la fuerza del compromiso que Francia espera de los católicos.
Mencionó que la dificultad que vive el país no es solamente la crisis económica, sino que el relativismo, incluso el nihilismo. Esto se refleja en la idea de que no vale la pena aprender, trabajar, dar una mano, comprometerse en el servicio de algo más grande que uno mismo.
Caracterizó el tiempo actual, postmoderno, como el de la gran duda, que permite renunciar a todo absoluto, en el cual, sin embargo, los católicos se han vuelto masivamente hacia la acción asociativa, el compromiso.
Saludó vivamente a todos aquellos que entregan su vida en estas asociaciones y reconoció que muchos franceses no dimensionan la mutación del compromiso católico que pasó de la actividad de trabajos sociales a la de militantes asociativos. Esta labor es vital para el país ya que permite una cohesión nacional. Pero esta noble causa ha tenido como resultado sustraerse del compromiso político.
2.1.El compromiso político
La política no goza de gran prestigio en estos días, señaló, pero necesita de
“la energía que aquellos que dan sentido a la acción y que ponen en su corazón una forma de esperanza. Más que nunca la acción política tiene necesidad de lo que la filosófica Simone Weil llamaba la efectividad. Es decir, esta capacidad de hacer existir en lo real los principios fundamentales que estructuran la vida moral, intelectual y en el caso de los creyentes, espiritual”.
Al recordar algunas personalidades francesas que han contribuido a la política nacional desde una exigencia cristiana, invitó a los católicos a tomar su lugar en este campo como lo ha demostrado la historia. No busca con ello promover una cuota de cada credo en la política francesa o porque solamente haya políticos de calidad entre los hombres de fe. Como responsable del Estado, llamó a los católicos a comprometerse en el debate político nacional y europeo porque:
“su fe es una parte de compromiso del cual tiene necesidad este debate y porque históricamente ustedes siempre lo han nutrido. Porque la efectividad implica no desconectar la acción individual de la acción política y pública”.
2.2.Primera preocupación del político: la dignidad del hombre
Manifestó su compromiso de construir juntos una política efectiva cuyo primer deber sea la dignidad del hombre: “creo en un compromiso político que sirva a esta dignidad, que la construya donde ha sido pisoteada, que la preserve donde ha sido amenazada, que sea el verdadero tesoro de cada ciudadano”. Mencionó que una de las primeras dignidades a restablecer es la de vivir de su trabajo.
2.3.Compromiso que ayuda a cambiar
Al escuchar el compromiso de quienes abrieron este encuentro, el Presidente consideró que el compromiso político es una obra que permite el cambio en las prácticas y las miradas sobre la sociedad. Estos discursos cambian la mirada fatalista y proponen una voluntad de cambio. El compromiso consiste en dar de su tiempo, su energía y considerar que la sociedad no es un cuerpo muerto sometido a las políticas públicas.
“Todo puede ser cambiado, si uno se decide a comprometerse, a hacer y por su acción, cambiar su mirada, por su acción dar una posibilidad al otro, pero también de relevarlos a nosotros que este otro nos transforma”.
En este mismo sentido utilizó el tema de la inclusión para expresar su deseo de restaurar la dignidad de todos, especialmente, las personas enfermas y los prisioneros. Hacer esto significa considerar que todos pueden aportar a la sociedad, a pesar de su condición. Dirá que el cambio en la mirada solo es posible por medio del compromiso y en el fondo de él se encuentra una indignación profunda, humanista y ética, la cual la sociedad necesita.
La pérdida de vitalidad y dinamismo de la sociedad francesa es el principal riesgo, observó el Presidente. Criticó la postura de quienes piensan que los beneficios sociales y económicos han llegado de forma natural o que la fraternidad es solo una cosa de política pública. Reiteró la necesidad del compromiso político profundo de los católicos para luchar en los combates más actuales como el calentamiento global o la construcción de un continente más justo.
Les pidió que no renuncien a la República que han ayudado a forjar. Concluyó diciendo que al centro de este compromiso se encuentra la parte de indignación y de confianza en el futuro que el país necesita y que los católicos pueden aportar.
3.      El don de la libertad.
Para abordar este don el presidente recordó un texto de Emmanuel Mounier que “explica que la Iglesia, en política, siempre ha estado a la vez en la delantera y en la retaguardia. Nunca contemporánea. Nunca del todo de su época”. Recordó que la vida contemplativa es señal de que el tiempo de la Iglesia no es el mismo del mundo ni de la vida política.
Propone que la primera libertad que la Iglesia pueda donar es de ser intempestiva. Si bien algunos la consideran contestaria y otros audaz, él cree que la iglesia debe ser uno de los puntos de referencia que la humanidad requiere.
3.1.La libertad de palabra
Estima que tanto el episcopado francés como el mismo Papa Francisco gozan de una libertad de palabra para recordar los deberes del hombre hacia sí mismo, hacia el prójimo y hacia el planeta.
Caracterizó la libertad de palabra que pronuncia la Iglesia como una voz que sabe decir lo que puede resultar irritante para algunos, como son sus deberes. “Es una voz que sabe, como pocas, subvertir las certitudes, incluso en sus filas”.
Citando a Lubac dijo que la voz de la Iglesia puede ser tanto revolucionaria como conservadora, o las dos a la vez. En esta libertad de palabra y de mirada, el Presidente encuentra que hay una parte que puede aclarar la sociedad francesa. En este sentido, pone la voluntad de diálogo interreligioso con el islam, tan necesario en el mundo actual.
Destacó que el diálogo interreligioso ejercido en total libertad “es el piso indispensable del trabajo que el Estado, por su parte, debe conducir para pensar siempre el lugar de las religiones en la sociedad y la relación entre religiones, sociedad y poder público”. Cuenta con los católicos para nutrir este diálogo y de enriquecerlo.
3.2.Libertad espiritual
Por último, pidió el don de la libertad espiritual, ya que el ser humano no tiene solo metas materiales. Señaló que, creyentes o no, la gente tiene necesidad de escuchar otra perspectiva que la materialista.
“Tienen necesidad de calmar una sed, que es una sed de absoluto. No se trata aquí de una conversión, sino que de una voz que con otras se atreve a hablar del hombre como un viviente dotado de espíritu. Se atreve a hablar de otra cosa que, de lo temporal, sin abdicar de la razón y lo real. Se atreve a ir en la intensidad de una esperanza y que a veces nos hace tocar con un dedo este misterio de la humanidad que se llama la santidad…”
Esta libertad, insiste Macron, es la de ser una Iglesia que no busca complacer ni seducir, sino que cumple su obra en la plenitud de su sentido. En fin, es una iglesia que sabe guiar a los más fervientes como a los no bautizados, los escogidos como los excluidos.
Identifica a la Iglesia como una institución que no es de este mundo temporal y tampoco está llamada a serlo. Debiera inquietarse si llegara a acomodarse con el mundo, expresó. No es su rol arrastrarla hacia lo temporal, así como a ninguna religión, tampoco. Sin embargo, lo anterior no excluye la confianza y el diálogo. Afirmó que, entre el Estado y la Iglesia, será necesario reconocer mutuamente sus fuerzas y debilidades, las imperfecciones institucionales y humanas.
Invitó a dejar de perder el tiempo juzgándose mutuamente, admitiendo,
“de una vez por todas, la inconformidad de un diálogo que reposa sobre la disparidad de nuestras naturalezas, pero también admitir la necesidad de este diálogo porque miramos cada uno en su orden a fines comunes, que son la dignidad y el sentido.”
Finaliza convencido que el Estado como la Iglesia pueden realizar grandes cosas si ambas instituciones son capaces de saber juzgar las cosas con exactitud. Quizás esto sea otorgarle una responsabilidad enorme a la Iglesia de Francia, “pero ella está a la altura de nuestra historia”, puntualizó. Para el Presidente, este encuentro, así como para la Iglesia, dirá que es un ejemplo de disposición a avanzar.



[1] El Consejo Consultivo Nacional de Ética (CCNE) es un órgano autónomo del Estado creado en 1983 por el Presidente François Mitterrand, teniendo como misión entregar sus puntos de vista sobre temas éticos originados por el desarrollo de la ciencia en el campo de la biología, la medicina y la salud. En 2011 se fijó que cualquier proyecto de Ley en esta temática debe estar precedido por un debate articulado al interior del Consejo. Sus miembros son elegidos por el Presidente de la República, entre los cuales se encuentran representantes de las principales familias filosóficas y espirituales (en 2013 se excluyó a sacerdotes y pastores por laicos representantes); expertos e investigadores que son nombrados por otras autoridades políticas.
[2] El viernes 23 de marzo de 2018 el coronel Arnaud Beltrame acudió a una toma de rehenes en un supermercado, realizado por un solitario terrorista. Su acto consistió en intercambiar su vida por la de una rehén que logró salir sana y salva. En cambio, el coronel falleció en el hospital a donde llegó inconsciente fruto de las heridas infringidas por el terrorista.

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