Reflexiones de Cristo Rey
Volviendo de misa, Mathias, me pregunta cómo me siento. Le respondo que estoy molesto. No logro entender la lógica del sacerdote que insiste en su homilía en un discurso moralizante, con ejemplos infantiles. En el día de Cristo Rey, su tema fue: tenemos que decir la verdad y no la mentira.
En el texto bíblico, Jesús ante Pilato se juega la vida, su sentencia de muerte estaba echada, pero faltaba que el representante del poder político dijera su palabra. Los judíos lo entregaron al Procurador romano porque Jesús se hacía pasar por rey, rey de los judíos. A Pilato no le interesaba la religión judía. No le interesaba saber si Jesús tenía poderes especiales para sanar en día sábado o si era el hijo de una supuesta divinidad. No era asunto que le importara.
Se lo presentan como alguien que alborota al pueblo diciendo que quiere instalar el reinado de Dios, que dice que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Pero a Pilato esto no logra convencerlo de que Jesús es un delincuente.
Para desestabilizar aún más a Pilato, Jesús, le señala que su reino no es de este mundo. Qué nudo le hizo Jesús a una cabeza fría y pragmática que solamente entiende de conveniencias para gobernar y servirse del poder para mejorar su nivel de vida.
Diálogo entre dos poderes, uno, con la autoridad del testimonio de una vida entregada a los demás y, el otro, fruto de una designación ganada quizás con cuántas monedas.
La opción de vida planteada por Jesús, en este diálogo, es de un nivel muy alto de autoridad. Se es autoridad, no por el poder del que se presume, sino por la autenticidad de vida. En el corazón de Jesús, si pudiéramos decir así, existe la certeza de que el Padre lo ama con entrañas de misericordia. Y el amor no puede ocultarse, ni enceguecerse, por las atracciones que ofrece el poder. Por el uso del poder se somete, se obliga, se condena, se sentencia. Pero el poder de Jesús es fuente de liberación del otro. Ante el mal cometido por una mujer, él dice: “anda, yo no te condeno, pero no vuelvas a caer en lo mismo”.
La autoridad de Jesús, en el cual basa su reinado, supone en nosotros situarnos en nuestra propia verdad. Desde la mirada creyente, no puedo sino que pensar que hemos sido creados para el amor, la comunión con los demás, aunque esto suene disonante con la realidad que vemos a diario. Teniendo esto como telón de fondo, solo pienso en la construcción de un mundo distinto donde la religión no sea motivo de divisiones, donde no las muertes de París, no sean menos que las de Mali, las de Siria o las de Irak.



Al finalizar la comunión el coro escogió “Canción al corazón de Jesús” que creo que dice mucho más que todo el sermón del cura. El canto revela la densidad transparente de vivir con un corazón traspasado por la experiencia del amor. Algo de esto me toca y agradezco a Dios poder vivirlo.

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