El valle de los santos
Recientemente tuve la ocasión de visitar una colina donde reposa un
proyecto original que impresiona por su amplitud. Se trata de más de cien
esculturas de gran dimensión de santos y santas que han participado en la
evangelización de la región de Bretaña, al oeste de Francia.
A unos cinco kilómetros antes de llegar se divisan
unas figuras blancas como monolitos que miran hacia diferentes direcciones y
que despiertan la curiosidad y el asombro.
Dejo el auto en el estacionamiento y camino por el sendero que lleva al
sitio. La invitación para conocer este lugar sugería una similitud con Isla de
Pascua debido a los moaís, sin embargo, la comparación parece un poco forzada. Sin
embargo, descubro que existe un lazo con la isla: el navegante Jean-François de
la Pérousse (1741-1788)[2]
había recibido de parte del rey Luis XVI de Francia la misión de completar los
descubrimientos realizados por James Cook en el Pacífico. En su viaje se
realizó la primera cartografía de la Isla de Pascua (1785) obra que le
correspondió al segundo oficial, Paul Antoine Fleuriot de Langle. Este marino
de origen bretón era el propietario del actual sitio donde se levantan los
santos y santas. Una operación de mecenazgo con la isla se anuncia en su sitio.
Como niño delante de gigantes me asombran las formas que no buscan reproducir un modelo parecido con el personaje, sino que mostrar un rasgo de su carácter. Curioso observo los nombres tallados en la piedra: Armel, Azenor, Bleuen, Brieuc, Gwenn, Clervie, Tanguy, Tugdual, etc.
Cada cual tiene una particularidad que el escultor ha
querido significar. Muchos de estos santos habían escogido la vida monástica y
en su figura pude observar la barba, típica de los conventuales o el velo en el
caso de las mujeres. En algunos y algunas, los pies descalzos representan la
absoluta pobreza en el seguimiento de Jesucristo. Algunos exageran las manos,
las orejas o los ojos, significando el modo en que han acogido el llamado. ¡Qué
bello detalle! Parece que para Dios la humanidad no es un agregado o un detalle
sin importancia.
Llama la atención que estas esculturas no estén ubicadas
en un santuario, basílica o iglesia. Están al aire libre, cada uno mirando el
mundo que un día les tocó vivir sobre la tierra. Les toca enfrentar el viento,
la lluvia, el sol implacable o la noche estrellada. Cuando las miro hacia
arriba parece que el cielo estuviera más cerca.
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