Una noche de camelias al viento
Mañana es Navidad y todo es prisa para comprar. Pese al miedo y las
noticias alarmantes del Reino Unido confinado por una nueva cepa del virus, la
gente abarrota los centros comerciales buscando qué obsequiar. El mundo
occidental se rinde a una fiesta que ha perdido su carácter. Los palacios del
consumo rinden culto a sus ídolos.
Solo un puñado recuerda que en un pesebre ha nacido un niño que será el
Salvador del mundo. Escándalo para muchos, incredulidad y menosprecio para
otros tantos.
En medio de la noche que cae temprana, busco la poesía y el sonido
musical que me invite a penetrar en el hondo misterio. Lamentablemente, las
letras y las artes no están invitadas en esta oportunidad. El gobierno ha
considerado que la cultura no es un producto esencial. De ella se puede
prescindir hasta nuevo aviso. Que el colegio sí, pero la universidad no. Que la
misa sí, pero un concierto no. Que una tienda de vestir sí, pero una obra de
teatro no. ¿Quién entiende semejante incoherencia?
Y entre los que celebran Navidad, habrá algunos que dirán que el niño de
Belén vuelve a nacer y por ahí, no faltarán los que querrán cantar el cumpleaños
feliz. Estoy harto de comentarios infantiles que endulzan una fe que termina por
adormecernos. ¿Para qué naces, hijo de María? ¿Qué tienes conmigo, con los
míos, con el mundo? ¿Qué sentido tiene celebrar tu venida en medio de un mundo
que busca en la ciencia y en la medicina la cura de su mal?
Necesito respuestas que calmen esta sed de infinito. Necesito un día de
camelias al viento en medio de esta noche que se abate sobre nuestra humanidad.
Necesito un dios que despierte mi fe en la iglesia que nació de un grupo de
pescadores de Galilea y que recorrió caminos y pueblos animando la vida,
haciendo comunidad y levantando la esperanza. Necesito un dios que me confirme
que la religión no consiste en cumplir ritos, asistir al culto o seguir las
normas. Necesito un dios que me ayude a comprender que la vida sobre esta
tierra es el mejor regalo que poseemos y que no podemos perderla. Necesito un
dios que me sostenga ante mis dudas e inseguridades. Necesito un dios que me dé
fortaleza para creer que se puede vivir con fe en medio de una sociedad diversa
y atravesada por la desconfianza. Necesito un dios que me ayude a vivir cada
una de estos desafíos con paz y alegría. Necesito un dios que me haga recobrar
la confianza en la humanidad y que mi destino no es el vacío, la nada.
Tu respuesta es una mujer joven y virgen que da a luz en un establo.
¡Qué señal! Los movimientos actuales dirían que esa mujer ha sido abusada por
alguna entidad patriarcal. Otros la encararían para que demostrara que su
virginidad no es tal. Quizás haya algunos que piensen que su juventud es motivo
suficiente para desconfiar de la veracidad de su testimonio.
El mundo busca vacunas, instalar la G5, enderezar la economía y levantar
la producción, que se vaya Trump y llegue Biden, que se regulen los procesos
industriales para salvar el planeta, que Turquía no se convierta en una
amenaza, detener la inmigración clandestina y la radicalización de los movimientos
islámicos. En cambio, Tú te manifiestas en un pobre niñito. Naciendo pilucho,
junto a unos padres medio asustados que solo podían ofrecerle el calor de unos
animales, cualquiera diría que ése dios se ríe de nosotros.
Eres demasiado humano para ser dios. Y esa debilidad por nosotros, la
humanidad entera, no logra comprender la inmensidad de tu pensamiento. Tu
abajamiento es una novedad que choca con mis ideas de dios. Pareces reírte de
mis proyecciones de un ser superior. Escogiendo lo pequeño, lo insignificante,
lo nimio, demuestras tu poder, aquel que derrota mis deseos de autosuficiencia,
de superioridad y de perfeccionismo. Este niño toca lo profundamente humano que
soy, dignifica mi carne y mis huesos, invitándome a la fiesta sin fin.
Dejo caer mis máscaras que han creado ídolos falsos que convocan fama,
riqueza y placer. Miras en mi pequeñez mi humanidad dolida que busca
reparación. Me concedes un lugar al lado del establo para adorar al recién
nacido. Es noche de paz y de gozo para los hombres y mujeres de buena voluntad
que buscan consolar las heridas provocadas por nuestros propios ídolos. Es una
noche de camelias al viento.
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